Quizá, otra provocación. No sé qué le pasa al ministro Escrivá en los últimos meses que lanza iniciativas al aire, quizá como globos sonda, y a las pocas horas se desdice y abre otro camino más conciliador con la izquierda y sindicatos. Dicen los que le conocen que el ministro de tantas cosas, Inclusión, Seguridad Social y Migraciones es competente y hasta brillante en su formación y actividad política, pero a uno le parece que le falta prudencia y le sobra impulsividad para decir con rapidez y tener que recular a la misma velocidad. Que la oposición no se meta mucho con él genera un punto de sospecha, aunque bien mirado genera debates que son interesantes para la opinión pública.
Encendió la controversia sobre las pensiones y ahora vuelve a destapar la olla de la jubilación que tanto juego dio la pasada legislatura. Subyace por ahí la esperanza media vida, que ha bajado en España. Habla de tendencia europea, pero en la Alemania de Merkel, la ex a la que todo mundo elogia casi en forma de necrológica, se decidió que los 67 años era edad adecuada para retirarse. Como aquí. Insiste Escrivá en currar hasta que el cuerpo aguante y elude el debate sobre la renovación de los puestos de trabajo actuales y los que vienen con gente más joven y mejor preparada.
Siendo mal pensado, parece que su tesis, tan académica y conservadora, va más encaminada a la macroeconomía que a la realidad de quienes tienen derecho a disfrutar los pocos años que le queden. Quizá lo propone para que no se aburran, que un jubilata de 67 años, todo el día metido en la casa, es un coñazo.