Dejémonos de hipocresías. De la Fórmula 1 misma, sin ir más lejos, lo que más nos gusta no son los adelantamientos sino los choques. Yo todavía recuerdo con añoranza los tiempos en que bajo la bandera a cuadros de un gran premio a duras penas cruzaban media docena de coches y con un poco de suerte incluso Marc Gené sacaba algún puntito con el Minardi.
Por eso mismo hay que reconocer que tenía razón la ministra Maroto cuando, desde el primer día, se refirió a las erupciones volcánicas de La Palma –que de momento se han llevado por delante más de medio millar de casas y han dejado a otras tantas familias en la calle– como un «espectáculo maravilloso» y prometió una campaña internacional para animar a los turistas a volar a Canarias a disfrutar de él. Y con mucho más motivo ahora, que se ha confirmado que el volcán no provocará ningún tsunami que alcance las costas americanas y afortunadamente no tendremos que compartir la catástrofe con nadie. Porque digo yo que a ver quién, con todos los respetos, iba a venir a La Palma pudiendo ir a Nueva York a ver la Estatua de la Libertad con el agua a la altura del sobaco.
Al final, va a resultar que la desestacionalización era esto. Y mientras, aquí en Mallorca, con la temporada turística a punto de concluir y ni una triste fumarola que sacar en el telediario.