La profesora Margalida Socías acaba de publicar en Lleonard Muntaner el Diario de 1937 del popular periodista Gabriel Fuster Mayans, Gafim. Este texto íntimo viene a completar los ya publicados del inicio de la Guerra Civil y la dictadura. El personaje es el mismo: vitalista, inteligente, crítico, arrogante... pero añade información desconocida sobre su papel como teniente en los campos de prisioneros republicanos de Regana y Punta Llobera, en Llucmajor.
Los campos de concentración de Mallorca han sido estudiados recientemente por la historiadora Maria Eugènia Jaume. Los presos fueron utilizados para diversos trabajos públicos –sobre todo construir carreteras y defensas costeras– y sufrieron unas condiciones de vida deplorables. En cambio, Gafim califica la estancia de los militares de ‘camping deportivo'. El 7 de enero de 1937 escribió: «Me doy cuenta de que soy necesario. Empiezo a tomarle el gusto a esta vida. ¡¡Es magnífica!!».
Gafim dedicaba la mayoría del tiempo a construir barracones y caminos. Pasaba las horas muertas leyendo, cazando, haciendo deporte y contemplando las puestas de sol. Es curioso que en el diario sólo hable de la vida en el campamento. No menciona nada sobre política, la presencia italiana o la dura represión que sufría Mallorca. Socías afirma que en la relación de los militares con los reclusos «predominaba la benevolencia e incluso la conmiseración». Gafim escribió en su diario: «Me es muy penoso tratar con gente a la que se priva de libertad». «He emprendido el regreso a Regana, donde he querido saludar a Simoncelli, el cual está preso. ¡Pobre Simoncelli! Me ha abrazado casi llorando». El diario cuenta la bronca que le echó el capitán porque «no había pan para los presos» y cómo uno de ellos le regaló un «bastón de acebuche» y «una pipa hecha de maíz de mata». Socías concluye que «las condiciones de vida de los presos, dentro de sus penosas circunstancias, no fueron inhumanas».
Llama la atención, a través de sus diarios, el excelente humor de Gafim en toda la guerra. Durante la batalla contra los milicianos de Bayo mantuvo una moral alta y juraba disfrutar de la «aventura». Incluso engordó en el frente. Después se libró de ser enviado a la Península y luchar en batallas como la del Ebro, donde participaron muchos mallorquines. Tras la guerra, se afilió a Falange y escribió 40 años en el periódico portavoz del movimiento, el Baleares. Llegó a concejal y fundó los premios literarios Ciutat de Palma. Murió en 1977 siendo un referente intelectual y el Ayuntamiento de la capital le homenajeó con un busto que todavía resiste en una de las columnas de la plaza Mayor. El Govern ha pedido a Hila que lo retire.