Dicen que los viejos tiempos están a la vuelta de la esquina. Remite la pandemia, regresa la vieja normalidad y muy pronto todo será presencial, amores y odios incluidos. No veremos las caras. Otra vez los viejos tiempos, en fin; lo normal, la jodida normalidad de toda la vida. Y el caso es que, acostumbrado ya a la nueva, no sé si podré acostumbrarme de nuevo a la vieja.
Al fin de las restricciones de movilidad, ocio diurno y nocturno, distancia social, restauración, espectáculos, trato con no convivientes, etc. Y con la cara completamente desnuda, como salvajes prehistóricos, porque los viejos tiempos eran así, y a la gente se le veía todo. Muy sensacionalista, la vieja normalidad; sensacional no, sensacionalista. A mi edad, difícilmente me acostumbraré a la novedad de los viejos tiempos. Acostumbrarse es una virtud juvenil, y a estas alturas ya no me acostumbro a nada. Tengo el cupo de costumbres agotado, y me irritan sobremanera todas las novedades, incluso las buenas, las más afortunadas. Y no digamos si la novedad son los viejos tiempos, la monserga de siempre a cara descubierta, es decir, todos dando la cara. Quizá cambie de opinión mañana (para eso son las opiniones), pero en este momento creo que me quedaré como estoy. Haré caso omiso del fin de las restricciones, como un negacionista del revés, me restringiré yo mismo lo que me dé la gana. Sobre todo la movilidad y sociabilidad, pues con pandemia o sin pandemia, de ningún modo regresaré a la vieja normalidad.
Los viejos tiempos se han acabado definitivamente para mí; a la mierda los viejos tiempos. Sí, entonces había cosas mejores, libros y películas infinitamente mejores, las mujeres aún me querían, los jueces estaban en sus asuntos jurídicos y no en todas partes, se bebía y se fumaba, a veces ganaban los buenos, y hasta yo era más joven en esos viejos y buenos tiempos. Pero ya no existen, se acabó, y salvo para los patriotas y los clérigos, que siempre viven en siglos pretéritos, lo pasado, bien pasado está. Además, ya no estoy a la altura de quien fui, ni de lejos, y aunque con el declive y fin de las restricciones regresáramos en bloque a la vieja normalidad anterior a la COVID, total, yo no daría la talla. Demasiado tarde para mí. Cómo voy a acostumbrarme otra vez, si ya no me acostumbro a nada.