No mencionaré las constantes subidas de la luz porque de esto se ocupan a diario todos los informativos nacionales; además, el tema da vergüenza ajena y yo soy muy tímido. Es tan descarado como blasfemo. Yo hablaré del cableado eléctrico en Palma. Lástima que en mi artículo no pueda fotografiar tanta vergüenza. Hace unos días en Joan Crespí, frente a la cafetería FrankfurtNovo donde en Guillem atiende mi cerveza diaria, debido a los cables que colgaban sobre la entrada de una obra en construcción, un remolque tuvo interrumpido el tráfico un buen rato.
Cables atravesando calles de lado a lado, cables colgando bajo los balcones, cables sobre las puertas y los comercios; vamos, un desastre sólo a la altura de las ciudades tercermundistas, de lugares donde se dice que Dios perdió las zapatillas. No llevo la cuenta porque a veces me falla la memoria, pero no he visto tanta dejadez en ninguna ciudad europea. Pregúntense si con lo que gana GESA-Endesa no podría contratar personal para adecentar el cableado o largarlo bajo tierra que es lo lógico. Propongo una experiencia religiosa: caminen levantando la vista del suelo por La Soledad, por Son Españolet, por Santa Catalina, por Son Cotoner o por las calles antiguas del centro de Ciutat, les advierto que son muchísimas más las zonas con cableado asqueroso que las de uno decente. Supongo que esto no alberga peligro para los caminantes de la vía pública y también es de suponer que ni el Ayuntamiento ni la Comunidad Autónoma pueden hacer nada para obligar a la compañía arreglar el desaguisado.
Lo supongo porque si el Gobierno de España se encomienda a la Virgen de Fátima para frenar el abusivo precio de la luz, el nuestro, el autonómico, ni se plantea llamar la atención a GESA-Endesa. Palma es una ciudad tan visitada como Venecia, donde por cierto no hay cables colgando ni coches rodando, tenemos una ciudad fotografiada por cámaras de todo el mundo, una ciudad bastante limpia e interesante; pero, señores, tenemos un cableado eléctrico parecido al de Costa del Cabo en Ghana. Yo quisiera que Palma fuera moderna, persistiendo en su línea antigua, ese es mi pensamiento y supongo que es saludable ganar lo que se pueda en belleza.