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Estado de la autonomía

| Palma |

Escuché parte del discurso pronunciado por la presidenta. Sus palabras cargadas de éxitos habidos durante la pandemia: qué si somos los primeros en atajar los contagios, los primeros en recibir turismo, los únicos en ayudar a los hosteleros, a manos abiertas, primordialmente, restaurantes y bares, etc. proporcionándoles terrazas sobre las calzadas, mientras sacan coches fuera, pero, ciclistas y patinetes circulan sobre las aceras tan panchos, sin policía sancionadora, pese a los accidentes habidos. También puede que seamos primeros en ‘botellones' en pueblos y ciudades, con palizas y a palos unos contra otros; una jauría humana que ninguna fuerza pública, ni autoridad, es capaz de parar este desaguisado. La ciudadanía cansada e indignada frente a las salvajadas, permitidas que no dejan dormir, ni dejan de gritar, soltar palabrotas entre chicas y chicos de casa, o de fuera.

Debemos aplaudir esa libertad, tal vez la mayor del mundo, que nos regala el Govern, y Ayuntamientos de las Illes, incluso en Ibiza cuentan con mayor vigilancia y orden, siendo Menorca la única que por tradición se mantienen correctos en calles, fiestas casi siempre. Nos ha dicho la presidenta que a partir de ahora todo andará mejor, que continuaremos siendo number one en llegada de turistas, ídem las ventas de bienes inmuebles, tierras, negocios de extranjeros y peninsulares, ídem el incremento del castellano, más lenguas habladas en nuestra Comunidad, cuando nuestra madre lengua está desapareciendo. Pronto no sabremos ni de donde somos ni adónde vamos.

Continuó la presidenta, contándonos el cambio, y mejoría, de las Illes; sus ilusiones y sus sueños, modernidad y bienestar, innovaciones y construcciones, arte internacional y gran teatro clásico; una buscando sinfónica de primera. Atraeríamos mucha gente culta de aquí de allá y acullá, si los políticos estimaran la cultura le ayudarían y promocionarían como hacen otras, es decir, todas las autonomías. ¿Es posible que tan solo se ayude a establecimientos turísticos? ¿Llenar de hamacas las playas a modo de teatro? Y ¿permitir la entrada de megacruceros que acaban con especies marinas y posidonia; alejando veleros y llauts. Oigan, no solo del dinero vive el hombre.

Ahora, demasiado tarde, se dan cuenta los políticos del desbordamiento humano que sufrimos, aumentando: turistas, coches, atascos, colas, pero sí ampliando hoteles; faltando espacios libres, aparcamientos, señales viarias, policía, limpieza, educación… El paraíso se ha convertido en tumulto y saca dineros a todo quisqui, necesitados y ricos, en busca mar y sol.

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