Cierra la catedral de la dignidad. Uno de los símbolos de la utopía. Sin ella se seca el río de la esperanza. Estas pérdidas nos degradan como especie. Me tranquiliza saber que hay personas que con su generosidad ayudan a los demás, para seguir trabajando y complicar a los depredadores su insaciable ansia de poder o dinero. Hace semanas pude disfrutar de una cena con la familia de E. Gonyalons, otro apóstol de la utopía. Desde una ONG expuso su vida para salvar la dignidad de un pueblo. Estos son mis héroes.
Marginalia es el último eslabón del proceso que J. Santandreu y sus colaboradores inician en la Comunidad terapéutica de Can Gazá. Allí recogen a personas que lo han ido perdiendo todo hasta ser desposeídos del último y supremo derecho de un ser humano, la dignidad. Sin ella, se mutila el alma de la existencia. Jaume reconstruye con maestría la difícil tarea de orfebrería de devolverles a la vida. Vuelven a trabajar en el taller-tienda de Marginalia, como obreros asalariados que ponen su sueldo para ayudar a los residentes de la Comuna que por su deterioro físico no pueden. Las razones del cierre pueden encontrarlas en el Bloc de J. Santandreu. Ruego que se acerquen a Marginalia y colaboren comprando piezas que han reciclado de donaciones en muebles y otras muchas cosas. Además de conocer esta experiencia que ilustra el poder de devolver la dignidad a personas destruidas. Estaría bien que los políticos y las instituciones colaborasen en esta empresa sin ánimo de lucro. Si lo hacen nos ayudarían a creer un poco más en ellos.