En Mallorca tenemos varios grandes escritores de novela negra (y de la no negra) como Antoni Serra , ahí están sus cinco recreaciones del detective Celso Mosqueiro, ya traducidas a varias lenguas. Como pequeño homenaje a mi apreciado don Antoni (que andará en su torre de marfil de sa Cabaneta o desayunando en Can Carrió-Can Marçal) quisiera hoy recordar, con documentación inédita que se encuentra en la Universidad de Yale, el paso del afroamericano Chester B. Himes (1909-1984) por Mallorca.
Himes está considerado como uno de los mejores escritores de novela negra de todos los tiempos. Su estilo resulta bastante corrosivo con situaciones absurdas, sufrió de verdad el racismo y por eso se marchó de Estados Unidos rumbo a París, siguiendo un poco la estela de Hemingway . Nació en Jefferson City (Missouri), entre 1926 y 1935 estuvo en la cárcel por robo a mano armada y aprovechó su estancia en el trullo para formarse y escribir (casi como Chris Stevens en ‘ Doctor en Alaska ). Himes en 1953 se largó a París y en 1954 pasó nueve meses en Mallorca, vivió en Pollença, Palma y Deià. Sus andanzas mallorquinas las reflejó en dos autobiografías, pero hete aquí queUltima Horaha encontrado en la Beinecke Rare Book de la Universidad de Yale un mecanuscrito de 18 folios en el que Himes cuenta sus impresiones de Europa y de Mallorca. El texto está fechado en nuestra Isla el 1 de marzo de 1954 y lo mando a Ebony , revista de Chicago centrada en temas y personalidades afroamericanas. Himes embarcó en Barcelona rumbo a Mallorca el 26 de enero de 1954, escribe que «estaba muy feliz por ello», en el puerto cogió un taxi que lo llevó al hostal Tánger a razón de 65 pesetas por día; «la comida es excelente», el clima cálido, se va a la plaza del Olivar a ver el mercado. Elogia el coñac nuestro «suave» y el «gin», el vino «excelente y muy barato».
Desde luego nuestro sabueso de novela negra estaba en el paraíso, encantado de la vida. Peguera, Cala San Vicenç, Pollença… por esa zona busca a Mr. Short (agente de aduanas británico) y al matrimonio King ; la narración le puede, el mismo Himes se va metiendo en su propia novela de intrigas mallorquina. Describe con todo detalle el pescado que se vende en el mercado de Pollença (los distintos pulpos, las crías de tiburón) y cómo funcionan los autobuses vintages de Mallorca. Estuvo, lógicamente, en el palacio del Rey Sancho y en la cartuja de Valldemossa, añade que allí fue «donde Chopin pasó sus años ya de declive». En resumidas cuentas, el mecanuscrito depositado en la Universidad de Yale escrito por Himes está a la espera de ser desmenuzado, estudiado (estoy pensando en Sebastià Bennasar ) y colocado en uno de esos anaqueles de nuestra historia que, como tantos otros, siguen vacíos.
Hubiera estado bien que Celso Mosqueiro recibiera a Himes en su llaüt: charla sin desperdicio, políticamente incorrecta, aderezada por el güisqui, en la que incluso se hablaría de mujeres frondosas, de espías internacionales y de intrigas policiales.