Las estadísticas más recientes sobre el mundo femenino en Afganistán hablan de una tasa de alfabetización del veinte por ciento, es decir, que el ochenta por ciento restante son analfabetas; se considera el peor país del mundo para ser madre, cosa difícil porque hay muchos países donde sacar adelante un embarazo con seguridad es una odisea; en ese enorme país mueren 400 de cada cien mil mujeres durante la gestación; pero no basta con parir, allí solo sobreviven cuatro de cada cinco niños antes de cumplir cinco años; o sea, que el veinte por ciento muere en la primera infancia. El ochenta por ciento de los matrimonios son forzados y eso que aquí llamamos violencia de género es la más absoluta cotidianidad para las féminas de allá.
Con estos datos solo pretendo dibujar cuatro rasgos de una sociedad injusta y atrasada, sin entrar en otras cuestiones políticas igual de escalofriantes. Este retrato es del Afganistán de los americanos, donde la más perversa corrupción campó a sus anchas durante esos veinte años de ocupación en los que supuestamente venían a implantar un mundo nuevo. Ignoro si sus intenciones eran buenas. Lo dudo, viendo lo que ha ocurrido a lo largo de la historia cuando un ejército –cualquiera– invade un territorio ajeno.
La situación se demostró insostenible después del 11-S, porque de pronto todos los males que sufrían las mujeres, los niños, y también los hombres, afganos podrían volverse contra nosotros, los ciudadanos de Occidente que crecimos creyendo en valores tan inconcebibles para ellos como la libertad, la igualad y el respeto al prójimo (lo de la fraternidad ya ha pasado a mejor vida). Por eso invadimos Afganistán, para protegernos nosotros, no a ellos. Ni a ellas. Su día a día ha seguido siendo, a tenor de los datos, un infierno, si acaso algo más leve que el que les espera ahora.
La lección ya deberían sabérsela de memoria: no se puede imponer la democracia. Los países demócratas han hecho sus revoluciones, han luchado para conquistar sus derechos, han evolucionado durante siglos, con un alto precio. No creo que quisieran realmente coger un régimen espantoso, medieval, arcaico, criminal y convertirlo en una democracia desarrollada de la noche a la mañana, sino más bien controlar a las facciones potencialmente peligrosas para Occidente.