Dice el embustero patológico que nos gobierna –con la aquiescencia sumisa de Francina Armengol– que la financiación que está recibiendo Balears de su Gobierno es inédita. Y tan inédita, como que la desconocemos por completo. En cartografía política, Pedro Sánchez tiene claro sobre qué eje gira el cosmos. Sí, lo han adivinado, el centro del universo es él, el Kennedy español, el que provoca shocks hormonales a las norteamericanas, el guapo entre los guapos, el amigo íntimo de Biden. Pero, mientras nuestra presidenta mantenga esa querencia colonial a la genuflexión ante el Apolo madrileño, hay poco que hacer, nuestra financiación seguirá siendo inédita, como su combatividad ante la discriminación que padecemos y su defensa de nuestros intereses. E igualmente inédita es la postura de los de Més, tan locuaces en su defensa de entelequias onanistas como la república catalana, y tan calladitos cuando se trata de Balears. Aquí, con comer caliente se conforman.
Mallorca es tierra de cartógrafos ilustres, casi todos ellos judíos, para horror de nuestra izquierda antisemita. Quizás por ello, esta gente del Pacte no sabe leer mapas y no acierta a distribuir los recursos sobre nuestro limitado territorio. Y, si no, que le pregunten al alcalde de Santa Margalida, Joan Monjo, bestia negra del perroflautismo isleño, al que sistemáticamente Govern y Consell le niegan el pan y la sal. A Monjo, el Pacte hace años que le hurta la construcción de un nuevo colegio en Can Picafort, mientras Armengol y Martí March invierten cifras escandalosas en premiar a los alcaldes afectos al régimen, aunque su necesidad de infraestructuras educativas sea, en realidad, muy inferior. Se llama cartografía política asimétrica. Los que no me votan, no existen, así de fácil. Por ese mismo motivo, Mallorca no dispone aun de un mapa escolar objetivo, fundado en datos demográficos, sociales y de oferta existente, pese a que esa es la única función relevante atribuida a su Consell Escolar insular, tan atareado siempre en discutir memeces varias.
Otro tanto puede decirse de las infraestructuras sanitarias, aunque en este caso el Pacte y los gobiernos del PP pueden ir de la mano, incapaces de ir adaptándose a la cambiante demografía de la Isla. Resulta que la unidad básica de salud de Can Picafort ha tenido que cerrar por falta de personal en pleno verano –pese a contar con sanitarios dispuestos a cubrir las vacantes–, y los residentes en la costa, desde Platja de Muro hasta Son Serra de Marina –en estos momentos, más de cincuenta mil personas–, se ven obligados a acudir, por carreteras secundarias, al CS del pueblo de Muro –siete mil habitantes mal contados–, en el extremo este de la zona, para lo cual, además, han de pasar forzosamente por Can Picafort.
La planificación no es el fuerte de esta gente, para qué engañarnos, y la COVID sirve para tapar la inoperancia de Patricia Gómez en el día a día.
El alcalde de Santa Margalida ha escrito una carta a la consellera de Salut i Consum denunciando esta disparatada situación, aunque temo que, como con la escuela o con la depuradora, no le van a hacer el más mínimo caso, porque, aplicando la lógica siciliana tan propia de nuestra izquierda, «Els vileros no són dels nostres». A Dios gracias, añado yo.