Aún no la he visto (y pienso hacerlo, porque estas películas me entretienen mucho, y provengo de unos tiempos en los que el cine de superhéroes era una rareza, aunque ahora pueda parecer mentira), pero no lo necesito para escribir esta columna semanal, ya que lo que me interesa realmente resaltar a raíz del estreno de la nueva película de la franquicia Marvel (centrada en una heroína de cuerpo escultural) es que, definitivamente, vivimos tiempos muy extraños. Porque desde luego, y sería impensable que algo así sucediese, nuestra heroína no muestra en ningún momento ni sus más privados encantos, pero tampoco ninguna actitud provocativa ni seductora… y, sin embargo, no cabe duda de que su impresionante físico es una baza pero que muy tentadora para que los espectadores acudan a verla al cine. ¿Y eso, cómo se come?
Es decir, ¿para qué querríamos ver a una persona (porque con los cuerpos masculinos también pasa) del todo inalcanzable y que además se muestra abiertamente asexual? Pues según la desconcertante pero plausible tesis de algunos sociólogos, las intenciones del Hollywood actual son ofrecer cuerpos como modelo a imitar y también como meta inalcanzable, tratándolo como si fuera un bien de consumo más… pero intocable y, sobre todo, imposeíble; lo que desconcierta más.
Es decir, que según Hollywood, podemos comprar cuerpos perfectos para nosotros/as, pero de ahí a usarlos o a compartirlos, hay un salto cuántico. Lo dicho, qué tiempos extrañamente cinematográficos nos ha tocado vivir…