En estas Islas llevamos años recibiendo a un tipo mayoritario de turista como para que no hayamos comprendido que es el que nos merecemos. Salten desde los balcones, se emborrachen y deambulen semidesnudos por las calles, o monten unas trifulcas de las que acaban exigiendo atención policial y sanitaria, son los turistas a los que hemos ofrecido nuestras Islas como destino turístico.
Sí, nuestra oferta lleva implícita ese todo vale que les permite comportarse como vándalos. Es por ello que me llaman la atención las quejas de algún que otro isleño que reclama a nuestros visitantes un respeto hacia lo nuestro que nosotros mismos somos incapaces de guardarnos. Días atrás en la sección de 'Cartas de los Lectores', uno de ellos se preguntaba por qué los mallorquines debemos soportar el comportamiento incívico de buena parte de quienes nos visitan. Yo siento decir que con nuestro modelo turístico y la alegría del low cost les hemos dado a los turistas carta blanca para hacer lo que les venga en gana, y donde les dé la gana, y ello en el supuesto de que sepan el lugar en el que se hallan, lo que no ocurre siempre.
Les prometimos vacaciones baratas y las tienen, también divertidas y desgraciadamente su concepto de la diversión pasa muchas veces por faltar al respeto a la tierra que les recibe y a quienes en ella vivimos. Hasta tal punto que a la luz de determinadas circunstancias, resulta casi inevitable pensar que recibe mejor trato de parte de nuestras autoridades el visitante que el residente. Ya es hora de hablar en serio, de dejarse de tonterías y tolerar que aquellos que llegan impongan sus reglas. Por conservar ese turismo no vale la pena renunciar al respeto que nos debemos, a nosotros y a nuestra tierra.