No hay gigante que no caiga. La moraleja de la semana está en las grabaciones difundidas del presidente del Real Madrid y de ACS. Durante décadas, Florentino Pérez, era la imagen del poder real. No quiere decir que lo tuviera en realidad o que no los hubiera más poderosos que él, pero pocos lo parecían tanto. Es una distinción clásica, la de ejercer el poder y aparentarlo.
El escalón de Florentino era de los más altos y lo llamativo de la figura no estaba solo en la posición sino en su longevidad: más de dos décadas. Ningún político aguanta tanto. Ahora, en unos pocos meses acumula más reveses que en toda su vida previa. Primero el chasco de la Superliga que intentó montar y que se le desmontó en pocos días.
Ahora las grabaciones. Lo primero erosiona un poco pero no deja de ser un fracaso al intentar salir a jugar fuera de casa. Las derrotas contra enemigos gigantes no son las que hunden a los héroes. Lo de las grabaciones es distinto. Su misma difusión en una maniobra rarísima quince años después de que se grabaran ya muestra una fisura. Y eso no es lo peor. Lo peor es el cachondeo.
Nadie aguantaría una grabación de sí mismo despotricando quince años antes sobre sus entonces compañeros de trabajo. Pero es que Florentino no era nadie, era Florentino, un señor al que se daba por hecho que no le pasaban esas cosas. Por eso, cuando le ocurren es que ha dejado de ser ese tipo de personas. La armadura se ha caído.
Ahora es el momento para estar atentos porque estas pendientes suelen estar enceradas y una vez se cogen se acelera el efecto. A otros les ha pasado. Roto el dique con algo menor irrumpen cosas más graves. Sólo cabe celebrar la humanidad recuperada del señor Pérez y tomar nota: a otros les pasó lo mismo y a otros les pasará. Intocables, intocables ya solo quedan el dueño de cadenas de ropa y el de los supermercados.