Alguien dijo que cuando no puedas decidir entre dos cosas debes lanzar muy alta una moneda. La magia se producirá cuando esté en el aire ya que sabrás hacia que lado deseas que caiga. Nada relevante es decidido al azar porque, incluso tentando a la suerte todos sabemos de antemano qué es lo que realmente deseamos o al menos eso creemos porque, en ocasiones, lo que se desea, no es siempre lo que verdaderamente se quiere. Influenciados por modas, corrientes del momento o por la letal opinión de personajes con alma de dudoso conocimiento y escasos valores, terminamos autoconvenciéndonos de que lo que queremos está escrito en una cuartilla donde hemos ido acumulando una vacua y endeble lista de deseos.
Amistades, amores y una retahíla de objetos materiales parecen danzar junto a una hoguera que, tarde o temprano se transformará en una sutil columna de humo. La profundidad parece estar reñida con la rabiosa actualidad. Ya nadie se sienta a pensar en la respuesta, la misma vida te la presenta. Sí, ya sé que estarán preguntándose dónde se halla la correcta. Podría enumerarles un sinfín de razones que terminarían acuñando a fuego el perfecto manual de lo que en apariencia debería ser, sin embargo, la palabra apariencia me produce escalofríos y una total repulsa, por ahí podría empezar a construirse la auténtica cara de la moneda que, ni mucho menos es la que anhelamos cuando está en el aire, sino que, la contraria es la que termina levantándonos de donde estamos y lanzándonos a descubrir todo un universo de situaciones, logros, benditas adversidades e inesperadas sorpresas que terminan haciéndonos cambiar el rumbo de la embarcación y, muy especialmente, nos regalan el maravilloso conocimiento que hace que, con una sabia sonrisa, miremos la moneda y la escondamos en el bolsillo.
El día en que decidan escuchar a su corazón en lugar de a todas aquellas voces que le rodean, algunas fracasadas, otras cobardes o interesadas, la inmensa mayoría carentes de redaños y espíritu, tendrán el pasaporte para obtener, a su debido tiempo, todo lo que por ley les corresponda, porque nada está escrito todavía para el ser inteligente, para quién sabe leer entre líneas que toda frase tiene su excepción y que solo uno escribe, incluso reescribe, su propia vida, cuando decide recorrer su camino en solitario ya que el azar es el credo de los supersticiosos y de los que se dejan llevar por el no como respuesta a todo y el sí es su negación absoluta.