En ocasiones sucede que, al querer cambiar ideas políticas, u otra cosa, no caemos en la cuenta de que cuanto más nos empeñemos en atacar al candidato opuesto a nuestro partido, con la intención de hacerle pasar por un farsante y mentiroso, al explicar todo lo que quiere crear o mejorar, lo cual puede sonar a imposible, cuando no, ridículo. Quien habla mal de otros, para conquistar votantes a su favor, tiene muchas posibilidades de darse un batacazo mayúsculo, pues la gente es más lista de lo que parece.
Al avasallar e insultar a una persona intensamente, sin parar, puede acontecer lo inesperado, como ejemplo lo acaecido en las últimas elecciones de la Comunidad de Madrid. Las izquierdas se unieron para derrocar a la presidenta Ayuso, mediante una gran variedad de improperios, convencidos de que serían escuchados, y el voto inclinaría la balanza hacia ellos, ocasionando el relevo en el Gobierno de Madrid.
No resultó así, al contrario. El pueblo sencillo, pero no tonto, no se fio ni un pelo de cuanto oyeron decir a los partidos; por otra parte, la modestia y la buena educación de Ayuso creó gran empatía entre los madrileños; además: no paralizó su economía, ni la vida normal de los ciudadanos. También se dio mucha prisa, la Sra. Ayuso, en montar hospitales de emergencia para acoger a contagiados y personas de gravedad. No significa que no hubiera mayores incidencias de contagiados y fallecidos, auspiciados por Madrid, que no fueron contados ni declarados. Posiblemente de no haber actuado con rapidez, puede que hoy hubieran ganado las elecciones sus contrarios.
Las estrategias utilizadas, en elecciones de cualquier tipo, son maneras plenamente estudiadas y metódicamente ejecutadas, para convencernos de que una firma vende el mejor producto del mercado, con sus ventajas, logros y satisfacción de los clientes. Eso es todo. Por ello, los publicistas se devanan los sesos inventando el mejor eslogan, la mejor foto y una encantadora sonrisa juvenil; un truco, como un juego de manos, que la mayoría no descubre. Los productores, fabricantes y políticos: mienten, sólo buscan el resultado económico planeado, endosando al ciudadano bombones envueltos en color oro. Pero cuidado con criticar a los criticadores. La gente descreída y harta de juegos puede inclinarse hacia el criticado y contra los insultadores. Ya nadie cree las promesas, que pueden pasar años sin cumplirse y quedar olvidadas o silenciadas por ser falsas.