Sobre el escenario de la fiebre del oro en Estados Unidos, un dedicado doctor (Gary Cooper) atiende a una enferma de la vista (María Schell ) a la que devuelve la visión. La muchacha desea casarse con él, pero el médico desaparece ordenando a su banco que suministre a María una cantidad mensual a fin de que ella pueda desenvolverse en el duro páramo en el que ambos, más que vivir, sobreviven. Pasa el tiempo, ella adquiere los derechos de explotación de una mina y encuentra oro. El médico, por su parte, cae en manos de unos fanáticos que lo conducen hasta la horca. María corre con la escritura de su explotación y la ofrece a los verdugos a cambio de la salvación del facultativo. De esta manera ambos escapan de los oscuros fantasmas que los persiguen y encaran un futuro que queremos luminoso.
Hoy, en la realidad y en Palma de Mallorca, Alí, un reo, se debate entre las oscuridades de la drogadicción, el dolor que lo ha llevado a quitar la vida a Wanda, su embarazada esposa, a su hijo Mohamed y una justicia humana interrogante. También aquí un fondo de injusticia ensombrece el ambiente: seres humanos que venden drogas, seres humanos que las consumen y, todos, dolientes.
Warda y Mohamed se han ido, por ellos podemos rezar, pero Alí sigue aquí y a él se le debe la Justicia que el pasado, de seguro, le escatimó. Se le deben cuidados médicos especializados, se le debe reinserción social, se le debe redención de pena por el trabajo y se le debe, por encima de todo, la devolución de la dignidad a que todo ser humano tiene derecho. Así lo disponen los principios cristianos sobre cuyo fondo se alza nuestra sociedad.