El concepto de diversificación de la economía aparece con rotundidad en las economías terciarias más desarrolladas. Se trata de un nuevo mantra, que infiere la urgencia en desprenderse de monocultivos económicos, de reactivar políticas sectoriales. Sin embargo, el tema no es tan sencillo. La noción de diversidad económica, que se preconiza entre muchos sectores económicos, políticos y sociales, va unida a sendos factores: la perentoriedad, es decir, la necesidad de que el cambio sea rápido; y la idea de no estimular por más tiempo el sector que está resultando, a estas alturas, motor económico.
Básicamente, los servicios en aquellas economías avanzadas. Este discurso se escucha con fuerza en Balears, desde hace ya mucho tiempo. Unos elementos repetitivos han sido la lucha contra la desestacionalidad turística, romper con la dependencia del turismo, y diversificar. Este trípode tiene un tronco común, que es la especialización de la economía balear en el turismo de masas.
Las vías de trabajo para encarar esto se pueden sintetizar en dos: por un lado, la persistencia en la misma pauta de crecimiento, que significa dejar que sean los mercados los que terminen por regular los flujos económicos; y la tesis de que urge un cambio de modelo que no renuncie a la trayectoria ya recorrida, pero que incida en una reorientación de la misma (con muchos matices, las fuerzas de izquierda, los sindicatos y una parte de las pequeñas y medianas empresas estarían en sintonía con este posicionamiento). Ahora bien, hay que tener presente que diversificar la economía no se hace por ciencia infusa ni por decreto gubernamental, ni a partir de un voluntarismo militante, por muy elevado y loable que sea. Demasiado a menudo, las prisas de una determinada izquierda –la más inexperta en la gestión pública, sin tener en cuenta calendarios ni contextos, y con más elevadas dosis de utopía– chocan contra la realidad política y las capacidades de maniobra que se pueden tener. Esto hace que las descalificaciones hacia las opciones progresistas de gobierno sean recurrentes: se comunica entonces la sensación de decepción, de pretendidas renuncias a las líneas programáticas enunciadas y, por tanto, la formulación de protestas para canalizar este descontento.
Se está viendo eso ahora mismo en Balears, por lo que con demasiada frecuencia se explayan argumentos sin considerar una información más completa y veraz. Desde la óptica progresista, existen aportaciones que han construido un discurso económico de la izquierda; pero su lectura es escasa, por lo que el adanismo aparece como fenómeno recurrente entre los políticos de izquierdas, que tienen poco en cuenta trayectorias precedentes de contribuciones intelectuales. Hay una política económica de la izquierda en Balears: está publicada, incluso aplicada parcialmente; tiene coautorías. Se trata de no ignorar esto. Ahí se encuentran elementos que conducen al proceso gradual –lento pero tangible– de transición hacia otro modelo de crecimiento. Todo de gran utilidad para esta coyuntura de llegada de fondos europeos, cruciales para encarar este reto.