El Sahara no puede decidir libremente si quiere seguir formando parte de Marruecos, que considera al Frente Polisario un grupo terrorista. Décadas de presión internacional no han servido para neutralizar el desacuerdo. Tampoco Boris Johnson está dispuesto a autorizar un referéndum en Escocia, a pesar de que el partido nacionalista SNP haya ganado las recientes elecciones por mayoría casi absoluta: se ha quedado a un solo escaño. Autorizó el referéndum el anterior ?premier?, David Cameron , en un exceso de confianza. La jugada le salió bien, por los pelos, los mismos que se le volvieron en contra cuando convocó el referéndum sobre el ?Brexit?, confiado igualmente en ganar el plebiscito.
En España ni PSOE ni PP y ni hablemos de Cs está por la labor de negociar un referéndum en Catalunya, por mucho que los dos grandes partidos se hayan servido durante años de los nacionalistas catalanes de CiU para gobernar. Regionalismo sí, amor a la tierra también, devoción a la cultura de acuerdo, incluso nacionalismo. Pero nada de soberanismo ni independencia. Los nacionalistas escoceses lo tienen ahora difícil para exigir un referéndum porque han retrocedido en votos pero tampoco parece que este dato sea decisivo.
En Catalunya el voto independentista ha crecido hasta el 52 % pero la negativa del Estado sigue intacta, sorda a la reclamación. Es curioso que Johnson niegue a Escocia el derecho a separarse cuando él es el líder de la independencia de su país frente a Europa. Hubo ?Brexit?, y por apenas unos votos, porque la UE no es un Estado. Quizás esta sea la clave. Después de Yugoslavia, Estado es incompatible con negociación.