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Oraciones

Fábula del impostor persistente

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A fin de hacerse pasar por un simple oficinista de poca categoría, tal vez ayudante de gestor administrativo, un sujeto que atendía al nombre falso de Montón, señor Montón, ocupaba cada día un pequeño cubículo en una vasta sala llena de mesas separadas por mamparas divisorias, cada una con un ordenador cuya pantalla, igual que los separadores, le protegía de miradas curiosas. Lo más probable es que cuando los 49 empleados entraban en esa oficina por la mañana, el señor Montón ya estuviese allí, ocupando un lugar que sin embargo no le pertenecía. Por supuesto, debía ser el último en marcharse, si es que se marchaba, por lo que nadie se fijó nunca en qué aspecto tenía. Un aspecto de lo más vulgar y corriente; el aspecto ideal de un impostor, queridos niños y niñas.

Como además había tenido cuidado en personalizar el cubículo, pegando un par de dibujos infantiles (acaso hechos por él mismo) en las paredes y colocando un retrato sobre la mesa, así como un llamativo portalápices con la imagen del buen soldado Svejk, este impostor pasaba totalmente desapercibido. Cierto que su impostura era sencilla, bastante facilona; más complicado le habría sido suplantar a un ala pívot negro de siete pies de altura o a un bonzo todo el día recitando el auténtico Sutra del Pavo Real. Le habrían pillado enseguida. Pero como nuestro fabuloso personaje carecía de ambiciones y jamás se le había ocurrido reinventarse (lo consideraba una moda pasajera, una tontería), se atenía a lo seguro. Ayudante de gestor en una abigarrada oficina llena de pantallas.

Puede que incluso hubiese tomado la precaución, para afianzar la impostura, de contraer matrimonio con esa mujer de la fotografía, y hasta de tener algún hijo que hiciera dibujos. Imposible saberlo, queridos niños y niñas, porque estamos hablando de un disfraz perfecto, de un impostor tenaz y persistente que jamás fue descubierto. ¿Y qué pretendía haciéndose pasar por un gestor administrativo carente de ambiciones? Esta fábula tampoco lo sabe; algo muy gordo. Por no mencionar el extraño detalle del soldado Svejk, que algo debe significar. Quién sabe qué hacía en realidad este señor Montón.

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