Llegamos al segundo Día Internacional de los Trabajadores que celebramos en pandemia, sin embargo, esta vez con un horizonte de recuperación y optimismo debido a la vacunación. Un día que conmemora las luchas obreras del siglo XIX, en cuyo origen están logros sociales como la jornada laboral de 8 horas. Muchos se preguntan qué sentido tiene celebrar este día en pleno 2021. Si bien ya no estamos en la Revolución Industrial y nuestra legislación ha avanzado, los desafíos a los que nos enfrentamos en este siglo no son pocos y exigen cambios para adaptarnos a los nuevos tiempos.
Este país necesita avanzar decididamente hacia un fortalecimiento de nuestro modelo productivo. Un proceso que necesariamente pasa por la diversificación económica, el aumento de la calidad de los empleos y el fortalecimiento de los niveles de protección social. Venimos de un modelo con males estructurales como la precariedad y la temporalidad. Un modelo que genera trabajadores pobres. Unos defectos que tienen especial dureza en los jóvenes. Recientemente el Banco de España alertaba sobre el impacto de la COVID en ellos. La temporalidad, el precio de la vivienda o los bajos salarios son algunas dificultades a las que se enfrentan, agravadas por la pandemia. No podemos estar orgullosos si seguimos liderando la tasa de paro juvenil de la UE, retrasando así sus proyectos vitales.
Afortunadamente desde los gobiernos de coalición se ha empezado a poner las bases para alcanzar un punto de inflexión. En poco más de un año la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz , ha logrado algo poco usual en estos tiempos: 7 acuerdos sociales. Unos pactos que han permitido proteger a los trabajadores y trabajadoras durante la pandemia así como mantener el tejido productivo. Los ERTE han supuesto una movilización extraordinaria de recursos que han salvado a millones de trabajadores y empresas, suponiendo solo en Balears una inversión social de 1.300 millones; además de la inclusión de un colectivo tan importante en nuestras Islas como son los fijos-discontinuos. El diálogo social ha sido imprescindible para avanzar en el progreso de la sociedad y en el bienestar de los trabajadores. Especialmente hay que agradecer la labor de los sindicatos, actores fundamentales en nuestra democracia tal como reconoce nuestro texto constitucional.
Los retos no son pocos. En el horizonte están múltiples desafíos para adaptar al siglo XXI la estructura laboral. En los próximos meses se abordarán cuestiones de importancia como la derogación de la reforma laboral, ya iniciada con la eliminación del despido por bajas médicas, la igualdad salarial de mujeres y hombres, el reconocimiento del paro a empleadas del hogar, la reforma de las pensiones o el salario mínimo. La presencia de Unidas Podemos en los gobiernos de coalición es la mejor garantía de que se hagan políticas destinadas al conjunto de los trabajadores y se aborden los males estructurales. Por estas razones es necesario para los partidos progresistas celebrar el 1 de Mayo, día en el que la sociedad civil eleva su voz y marca el camino a seguir, que no es otro que el de gobernar para mejorar la vida de la gente, el espíritu que me hizo dejar la judicatura en 2015 y embarcarme en esta aventura política.