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Un océano de virus

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El agua líquida se instaló en el planeta hace unos 200 millones de años, y ocurrió hace 4.200 años, suficiente para que se produjera la explosión de formas de vida. Estamos familiarizados con los animales y vegetales, con quienes compartimos la vida. Sin embargo, estas especies, y nosotros con ellas, navegamos en océanos poblados de billones y billones de otros tipos de seres, como son las bacteria, y virus, muchos de ellos conviven con otros animales; y el problema es, que en su afán de perpetuarse, que se instalan en ciertas especies algunos de esos minúsculos organismos – materia viral – pueden resultar letales para quien los recibe como los humanos con la enfermedad COVID-19.

A día de hoy todavía se desconoce el origen viral de este bicho; qué especie lo albergaba y desde el cual se trasladó a los humanos: ¿murciélagos? ¿pangolines? Hallar el origen es importante por las claves para comprender mejor la dinámica de este coronavirus. Pues es muy importante avanzar en el conocimiento de los vastos terrenos con potencial pandémico que permanece oculto en “depósitos animales”.

De inmediato se puso en marcha una red de laboratorios que contó con equipos de colaboradores en 31 países en África y Asia, especialmente. En esos laboratorios se identificaron unos 2000 nuevo virus que en el pasado representaron una amenaza para los humanos. Pero en 2019, desgraciadamente, el presidente Trump suprimió el proyecto, otro prurito del infausto presidente. Pocos meses después se descubrió en Wuhan una cepa de estos virus, el causante de COVID-19.

La humanidad siempre ha vivido épocas de incertidumbre, pero ahora somos más conscientes de la existencia de virus en todo el planeta, capaces de acabar con otras especies vivas acechadas por ellos. Y cuanto más tardemos en derrotarlos enteramente, es posible que se produzcan mutaciones que den lugar a variedades que resistan mejor las vacunas actuales, como sucedió con la inglesa, surgiendo una nueva cepa, aunque no está claro que sea más perjudicial que la primera. Ante semejante eventualidad, cuya eficacia está disminuyendo, algunos científicos han manifestado que no se tardaría mucho en adecuar las vacunas a las nuevas cepas. La pregunta es: ¿es esto seguro? y ¿Cuánto tiempo tardarían?

En estos momentos vivimos en un mundo incierto e inseguro, sin muchas expectativas de éxito, qué, sin embargo, estamos convencidos de que esta pandemia desaparecerá y volveremos a la normalidad, con todo lo aprendido.

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