Las verduras y hortalizas, aunque vegetales inofensivos, tienen una fuerte personalidad, un idioma propio y diferentes identidades, así como distintas exigencias de tiempo y temperatura, por lo que casi siempre hay que freírlas antes por separado, y juntarlas luego según el paradigma del ratatouille francés, que es el mismo de nuestro excepcional tumbet . Y el de un buen artículo de periódico, por cierto, que también salen mejor si se elaboran a pedacitos, cada uno por su lado, y después se reúnen con ayuda de signos de puntuación. En fin, que sean frases o berenjenas y alcachofas, mejor freírlas por separado. Naturalmente, eso lleva más trabajo, pero las hortalizas lo merecen, y el que se las va a comer, que suelo ser yo mismo, también.
Así que el otro día troceé y freí de esta manera pimientos verdes, berenjenas, alcachofas, ajos, espárragos, cebolleta, zanahorias, tomate ramallet , col napa, chiles, calabacín y algo de carne de cerdo y de pollo para darle robustez carnívora a una especie de tumbet en versión extendida, sin patata haciendo bulto y con toques coreanos propios de la salsa ssamjang (los chiles, una pizca de gochugaru , el equivalente de nuestro pimentón picante). La cosa, que he llamado tumbet psíquico porque su deglución facilita la percepción extrasensorial y atrae a los espíritus, me llevó el equivalente a dos artículos, uno cultural y otro de actualidad política, pero vaya si valió la pena. Después reuní todos estos elementos (fritos por separado, insisto) en una gran cazuela con parte de sus jugos, y le añadí un poco de caldo vegetal, un chorrito de vino y, por qué no, otro de whisky Lagavulin.
Acaso piensen que me he pasado mucho, pero si no quieres pasarte, ni escribas ni cocines. Imaginar los refunfuños de un chef francés, o mallorquín, o incluso coreano, ante tamaña mescolanza y exceso, es otro de los encantos de este tumbet cósmico. Y muy psíquico, decía. Porque poco después, con el último hervor en la cazuela y antes de probarlo, ya me pareció ver un fantasma en cuclillas (un yökai concretamente) observándome desde un rincón del fregadero. No le hice caso. Me lo comí todo, y estaba exquisito. Recuérdenlo. Siempre, freír por separado.