Josep Forteza Rey es una persona maravillosa por quien siento respeto y admiración. No sólo es un empresario que ha trabajado siempre con la máxima dedicación sino que también ha tenido incontables iniciativas en favor de la comunidad a la que pertenece. En realidad, además de empresario, es un hombre político pero, como es competente y riguroso ha estado siempre fuera de la lucha partidista. Yo adivino que está decepcionado por lo que ve, pero esto lo debe decir él, puesto que yo nunca se lo pregunté.
Su última iniciativa ha sido reunir a todas las instituciones, los partidos políticos y los sindicatos y patronales, para que asuman su obligación de rescatar a Baleares del desastre. Fue una noticia destacada el sábado pasado: ‘Acuerdo histórico de los partidos políticos para salvar a Baleares de la crisis', titulaba este periódico. Pep ha hecho lo que un hombre de bien debe de hacer: intentarlo.
Forteza Rey los había convocado en el Palacio de Congresos y les presentó una lista de urgencias: la sanidad, el desempleo, la protección social, la defensa de las empresas, la falta de liquidez, los impuestos, los autónomos, la diversificación económica, la mejora de la formación y el medio ambiente. Es decir: que acometan los retos que todos conocemos y que esta crisis ha profundizado.
Si yo fuera político, simplemente me habría muerto de vergüenza al escuchar el discurso del promotor. No por lo que dijo Forteza Rey, que todos compartimos, sino por que exista la necesidad de decirlo públicamente, porque en Baleares alguien tenga que convocar esta reunión y, con los políticos delante, obligarles a que se comprometan. El acto del viernes nueve de abril en realidad era la denuncia de que no están a la altura, de que su gestión no tiene rumbo. También fue una crítica a quienes ni siquiera llegaron a acudir para escuchar qué piensa la gente de bien.
Educadamente, Forteza Rey dijo a los asistentes que «los debates parlamentarios [en Baleares] no eran debates para aportar soluciones a la comunidad, sino que eran grandes enfrentamientos». Esto, si despojamos el discurso de la diplomacia imprescindible en una sociedad civilizada, significa que nuestra democracia no funciona, que el Parlament es inconducente, que allí sólo se hace ruido y que no se sirve para «aportar soluciones». Ya es triste que nadie pueda discrepar de lo que dijo Forteza Rey. Que los propios políticos aplaudan este discurso, como si no fuera con ellos, remata la contradicción en la que vivimos.
Hay otra acusación implícita en este acto, igual de crucial: el Consejo Económico y Social, el Círculo de Economía, la Mesa de Diálogo Social, la Asociación de Amigos del Conseller de Turno, y toda la lista de organizaciones que pululan alrededor de los políticos son esencialmente inservibles. Los integrantes de estas entidades, la mayor parte de los cuales son personas magníficas, socializan, se ven, charlan, toman unas copas, se dan palmaditas en la espalda, como si aquello fuera el Rotary o el Club de Leones, pero no proponen un plan para sacar a Baleares del declive en el que estamos y que se refleja en los datos de renta de los últimos veinte años.
El Consejo Económico y Social, supuesto foro en el que los temas económicos deberían ser analizados, no llegó a anticipar la crisis de 2008. Nunca publicó un documento que sugiriera al Gobierno que había que tomar medidas ante el desastre que se generó. Preocupados por conservar la amistad con el poder, fueron incapaces de encender las alarmas, no digamos de proponer soluciones. Hoy, por supuesto, siguen reuniéndose para debatir el nombramiento de un secretario, para decidir el color de las tapas de la memoria anual, pero aún no han visto que sin vacunación se va al garete otra temporada turística, con lo que ello supone.
Pimem, extrañamente, después de varias décadas aplaudiendo con las orejas todo lo que le han puesto por delante, estos días ha dicho que la Mesa de Diálogo Social es una obra de teatro en la que los empresarios y sindicatos sólo aplauden «convirtiéndose más en una foto que en una mesa de negociación […] donde una parte decide unilateralmente». Han tardado más de veinte años en reconocerse ante el espejo. (¡Ay, a ver si ahora vais a perder las subvenciones!)
Este martes, a las noventa y seis horas de la firma del documento, el debate en el Parlament fue igual de lamentable, lleno de acusaciones, descalificaciones, luchas infantiles y sin sustancia. Deberían haber firmado el compromiso antes de las vacaciones de verano, para que hubiera más tiempo antes de olvidarlo.
Pep hizo lo que debía, pero noventa y seis horas después ha tenido la respuesta a su petición.