Alo largo de estos años, la izquierda, con la ayuda de buena parte de los medios de comunicación, en especial de la TV, en claro abuso de una propaganda moralizante, ha construido un marco mental hegemónico de lo políticamente correcto. Este pensamiento igualitario lo ha convertido en verdad incontestable y, por tanto, nadie lo puede cuestionar, salvo que quiera ser expulsado al averno con la estrella de facha en el pecho como un judío en Auschwitz. Es la virtud que impone la izquierda beata desde su púlpito pagano al amparo de la peregrina convicción de su superioridad moral, de que representa el bien mientras a la derecha se le niega legitimidad moral para su participación en política.
Así las cosas, la derecha ha venido arrastrando su pecado original, mendigando un lugar al sol, aunque tuviera que pasar por leyes con las que estaba en desacuerdo y doblar la cerviz ante ciertos dogmas. Pero hete aquí que, parte de esta derecha lanar, un día decide prescindir de ese yugo y desafiar ideológicamente la doctrina revelada; incluso algunos de los que permanecen en ella se suman a la rebelión, como es el caso de Ayuso .
La reacción no se ha hecho esperar, convencida la izquierda de que la violencia es un instrumento legítimo para imponer su modelo de sociedad, decide infundir en los rebeldes un terror paralizante y reverencial, los estigmatiza y los fija como blanco, declarándolos enemigos a los que hay que aniquilar y, en torno a ese odio, cohesiona a sus feligreses.
Por eso, la batalla de Madrid ha sido considerada la madre de todas las batallas y, para evitar la victoria de Ayuso, se ha puesto en marcha el sectarismo, la bajeza moral, la mentira grosera, el discurso incívico y guerracivilista ( ¡A por ellos como en Paracuellos! ), el odio y la violencia.
La intifada de Vallecas es la expresión violenta con la que el comunismo quiere imponer su derecho de propiedad de los espacios públicos en los barrios obreros. El totalitarismo no acepta las diferencias ideológicas, su concepto de libertad no ampara el pluralismo. En Vallecas se ha agredido a la democracia y se ha querido enfrentar a los madrileños evocando los años republicanos.
Todo demócrata debe sentirse concernido.