Lo que está pasando con la vacuna AstraZeneca quizás se nos sea explicado algún día. O no. Pero seguro que lo que se dice en público es mucho menos de lo que hay en verdad. ¿Intereses políticos en desprestigiar a esa inoculación y no a otras que también tienen efectos secundarios -tan probados o tan poco, según se mire, como los de la susodicha – para castigar así la salida del Reino Unido de la Unión? Pues bien podría ser. Otrosí: nadie explicará por qué las vacunas van teniendo esos riesgos. ¿No será, como suele decirse, que nunca las prisas son buenas consejeras? Es verdad que es mejor que se mueran unas docenas e incluso cientos de europeos por la vacunación que muchísimos miles por el virus -unos 580.000 hasta ahora, en la Unión – por la ausencia de inoculación. Así que si han servido para eso las vacunas, bienvenidas sean. Sin embargo, todos los expertos -los de verdad, no los de Sánchez & Simón – coinciden en que en una situación como la actual es imprescindible, para asegurar el bien común, que la autoridad se conduzca con suficiente transparencia para que el ciudadano tenga confianza en ella y el efecto beneficioso de la campaña de vacunación sea un éxito. ¿Confianza en las autoridades de vacunación europea? ¿ Confianza en Sánchez?… Es que cualquier atisbo de ella en una u otro o es broma o es fruto de la alienación mental, pues tanto la referencia continental como la nacional mienten sin cesar con esto de las vacunas -y dejemos ahora el resto, que no viene al caso – sin que nadie entienda por qué. Se puede comprender que un gobierno no diga toda la verdad, pero que se le pille cada dos por tres -como pasa con la inyección británica– mentira tras mentira y él siga impertérrito carcome la confianza popular. Es una actitud muy nociva para el bien social. Si se analiza desde el punto de vista del interés común, la postura de las autoridades en relación a la vacuna del Reino Unido es un desastre, como lo prueban los lógicos niveles de rechazo, altísimos, a recibir esa dosis.
Por su lado, la émula de Sánchez en Madrid, Isabel Díaz, la Ayuso, actual presidenta regional, no se queda lejos de su idolatrado ejemplo a seguir. La comunidad lidera todos los indicadores oficiales de contagios y muertos por la pandemia en España. Muy por encima de la siempre malquerida Cataluña que con un millón más de habitantes deja muy atrás a Madrid en esas referencias. Pero por supuesto ni a Ayuso ni a Pablo Casado les preocupa en lo más mínimo. Ellos están en lo que están: en seguir mientiendo asegurando que las restricciones no dan seguridad y que sin ellas estamos todos -los madrileños, para el caso - mejor. Lo cual es amplificado por sus medios de propaganda con sin igual desfachatez, porque es mentira y, peor, porque el engaño cuesta muchas vidas. Como si esos nimios detalles fueran a molestar, por poco que fuera, a la estrategia electoral del PP en la región.
Y para seguir mostrando ejemplos de lo bien que nos gestionan nuestros dilectos políticos gubernamentales, en relación al menos a la vacuna y la pandemia, ahora toca descender a una región que fuera de ella no importa a nadie. La nuestra. Les supongo informados que desde hace muchos meses nuestro gobierno, presidido por la nunca bien ponderada lideresa con aspiraciones supra partidista Francina Armengol, dice que quiere vacunas a toneladas para inyectarnos dos a cada uno a velocidad de cohete y que así podamos tener negocio turístico a tope el próximo verano. Lo de “lo primero es salvar vidas”, que tanto decía Armengol el año pasado, hoy ya ha pasado al olvido porque todo es, sin disimulo alguno, necesidad de recuperar la economía turística. Cuantos más visitantes vengan, mejor. De lo del “otro modelo turístico” ya ha quedado para el museo de la propaganda armengoliana, nada más. En esa desesperación para alcanzar la recuperación turística, la vacunación masiva es elemento esencial. Sólo con ella se puede mantener viva la esperanza en tener temporada alta medio normal. Y fiel a esa importancia, nuestro gobierno regional da mensajes tan nítidos como éstos: el miércoles 9 de abril por la mañana la presidenta decía que la famosa AstraZeneca es una vacuna super fiable, “segura” y que seguiría inoculándose tal y como hasta ese momento se hacía. Por la tarde su gobierno aceptaba que no era segura para menores de 60 ni para mayores de 65, así que anunció que la circunscribía a esos 6 años. Consecuente como es, al día siguiente por la mañana accedió a inyectarla a ciudadanos de hasta los 69 años. No contenta todavía con el festival de incoherencias, a la tarde de la misma jornada hizo salir en rueda de prensa a la titular de Salud, Patricia Gómez, para decir formalmente que la famosa AstraZeneca “es segura al 95%”, lo quedeja un 5% de riesgo que, la verdad, cuando se trata de uno mismo no parece poco.
Decía el otro día una eminencia científica, el infectólogo doctor Oriol Mitjà, tras haber aconsejado -inútilmente – a gobiernos de diferente signo ideológico, que“a los políticos les da igual todo” excepto los respectivos intereses de partido. Tan sencillo como eso.