Las ficciones, al igual que las convicciones, las metáforas, las alucinaciones y las mentiras mondas y lirondas, sirven para ordenar el mundo, dotarle de sentido y explicar las cosas. Pero, actualmente y desde hace algún tiempo, se han vuelto tan confusas y poco consistentes, tan brumosas y traídas por los pelos, que apenas se les entiende nada y ya perecen realidades. Realidades basadas en hechos ficticios, naturalmente. Mal asunto, desde luego. Porque si las ficciones tampoco son creíbles, ni cumplen su función ni sirven para nada. Embrollan más las cosas. Cualquier alumno de taller de escritura sabe que las ficciones deben ser verosímiles, sólidas y bien ensambladas, sin cabos sueltos, y ya se trate de zombis, conspiraciones misteriosas, alienígenas, romances amorosos o crítica social, es preciso que todo se explique con pelos y señales, y cada causa vaya seguida del correspondiente efecto. A diferencia de la realidad, que no exige verosimilitud alguna ni tiene por qué ser inteligible, la ficción requiere claridad expositiva, y si como es frecuente sale un monstruo, hasta el más tonto tiene que enterarse, y decir, ah joder, ese es el monstruo. Sombras tenebrosas y un poco de neblina está bien (aumenta la verosimilitud), pero si no se ve nada y reina la confusión, para ese viaje no hacen falta alforjas. Hay negacionistas confusos que niegan ser negacionistas, machistas aturdidos que se creen feministas, demagogos sinceros que ignoran que mienten, y hasta ultranacionalistas convencidos de ser de izquierdas. Sus propias ficciones les confunden y, lejos de organizar la realidad y dotarla de sentido, la acaban de desfigurar generando frustraciones. Frustraciones ficticias basadas en hechos reales, o viceversa. En Catalunya y Madrid, donde triunfan las ficciones más inverosímiles, esa bazofia es el pan nuestro de cada día. Parece que si la realidad es confusa, las ficciones lo son más, dado que como repiten en los talleres de escritura mencionados (es el abecé del asunto), entre realidad y ficción hay conductos, tuberías y desagües que trasladan materias fecales en ambas direcciones. Mal asunto, si también las ficciones explicativas son incomprensibles y confusas.
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