No solo los conquistadores han saqueado a lo largo de los tiempos. También ha habido saqueadores disfrazados de corderos para hacerse con bienes ajenos. Han sido los saqueadores arropados por pretendidas éticas altruistas.
En todos los campos de la vida hallamos gentes con capacidad de trabajo, con iniciativas, con ánimos de mejora, con inteligencia, con ideas transformadoras y sin cobardías ni perezas paralizadoras. Estas son las gentes que en un momento dado (y si la suerte les ayuda) tienen éxito y alcanzas sus metas. Se enriquecen y crean abundancia donde antes había solo miseria. O incluso hambre.
Pero estos emprendedores han sido muchas veces envidiados y odiados y no por sus defectos, faltas o errores, sino a causa precisamente de sus virtudes. Y no solo han sido envidiados, sino que se ha pretendido injustamente identificarlos con los tramposos mafiosos o corruptos que, efectivamente, también los hay en la vida. Los envidiosos no soportan a los que noblemente progresan, triunfan y crean riqueza propia y colectiva. Incluso pretenden castigarlos, hundirlos y desproveerlos de lo conseguido.
Así que han sido muchos los saqueos disfrazados de acciones revolucionarias. La maldad puede recurrir a los métodos más sutiles e inimaginables para imponerse. Uno de los más eficaces se concreta en el sacar provecho propio amparándose en la defensa de un supuesto interés general. ¡Cuántos falsos revolucionarios ha habido en el mundo que con el pretexto de luchar contra injusticias reales han atentado contra justos (y no pecadores) para alcanzar sus fines, que no han sido otros que el robo disimulado de lo incapaz de conseguirse por el propio esfuerzo personal. ¡Y cuántos (soberbios teóricos niños bien) se han hecho egoísta e injustamente con el poder sin capacidades para gestionarlo hábilmente y hundiendo así a poblaciones enteras en la miseria sojuzgándolas de modo totalitario y privándolas de sus libertades económicas, políticas y personales!
Millones de personas oprimidas, encarceladas y eliminadas en nombre de la solidaridad humana ha habido en este mundo. Pensemos, por ejemplo, en la Ucrania de la época estaliniana, con expolios, incautaciones y deportaciones de millones de campesinos arrancados despiadadamente de sus propias tierras, tierras que cultivaban con sudor y duro trabajo.
Así que hay y ha habido saqueadores de muchas clases en el mundo. Ha habido los claramente descarados, los que han manipulado a las masas y también los que se han disfrazado hábilmente de corderos altruistas. Pero todos ellos han actuado con un solo propósito: la consecución de la riqueza ajena, aunque esta hubiera sido el resultado del trabajo de gentes honradas, activas, creativas o trabajadoras. Sin duda alguna, seguimos viviendo en la pura selva, en la que se impone todavía el poder de la fuerza más o menos disimulada. Difícil es domesticarla. Quizás solo la concienciación sobre las devastaciones de la barbarie podría a cambiar el curso despiadado de la historia. Pero lo dudo. El poder de la cultura es muy relativo. Y, además, y sin duda, el diablo anda suelto por el mundo.