La gestión de estos últimos meses de Pedro Sánchez muestra con meridiana contundencia qué es lo que de veras importa al presidente. La propaganda con la intención de aguantar en la presidencia. Todo lo demás es entre secundario y marginal. Se sabía, pero ahora se evidencia como nunca. Y le está saliendo bien, lo cual resulta fascinante desde el punto de vista del análisis político.
A finales del mes de mayo el Gobierno nacional empezó una campaña publicitaria en los medios bajo el eslogan “Salimos más fuertes”. De la pandemia, se refería. No estábamos saliendo de ningún sitio ni de nada y mucho menos de la situación sanitaria nefasta. Y sólo estábamos asomándonos al desastre económico. Pero como si algo de esta realidad importara a Sánchez y a su panda de incompetentes. Ellos viven por y para la publicidad. Improvisaron durante el mes de marzo, abril y mayo -luego de haber negado la importancia de la epidemia por razón de interés propagandístico político – y no iban a cambiar su preciada forma de actuar en la fase que llamaron “desescalada” hacia la “nueva normalidad”, durante la que:Sánchez nos inundaba con su verbo ante los micrófonos, a menudo sin tener nada que decir.
El mes de junio fue un dislate continuo de propaganda política a cuenta de la pandemia a mayor gloria del presidente – “hemos salvado miles de vidas”, hasta 450.000 llegó a inventarse el tipo, sin despeinarse – pero de actuaciones preventivas, ni una. Y así el virus empezó a reanimarse por todo el país. Hasta el punto que nada más iniciado julio empezaron a preocupar en serio algunos brotes, en especial en Cataluña. Nada que molestara a la publicidad sanchista, no obstante: “tranquilidad y calma”, recetó el presidente el 5 de julio, para así “ganar la calle, comercios y empresas”. Y vaya si cientos de miles le hicieron caso. Verano, veranito, a ganar la calle, las playas, los bares y los restaurantes.
Ahora que estamos en plena segunda ola también resuena -¿alguien se acuerda? - lo de la ley que el Gobierno anunció en mayo para cuando se acabara el estado de alarma. Se justificó, con buen criterio, que era necesaria una normal legal que diera cobertura a las medidas que tuvieran que tomarse para evitar la generalización de rebrotes. O sea, justo lo que está pasando. Claro que una ley así implicaba entrar en conflicto con las autonomías, por ende con los nacionalistas que apoyan al PSOE. Ergo si Sánchez la quería aprobar tendría que hacerlo con el PP y Ciudadanos. Ni hablar. Ordenó silencio sobre la susodicha norma y cayó en el olvido.
La consecuencia de transmitir la idea que habíamos salido del desastre sanitario, que había que ganar la calle sin la ley prometida e imprescindible para prevenir rebrotes, sin medidas profilácticas - dejando éstas a las que intentaban las autonomías que sin tener la capacidad ejecutiva ni legal, ni por asomo, del Gobierno, han resultado, como era normal esperar, poco efectivas – ha sido la lógica, la única posible. Lo extraño hubiera sido que no pasara lo que está pasando.
Eso es justo lo que decía la tercera semana de agosto la plataforma mediática norteamericana Bloomberg -canal de televisión e internet especializado en información y análisis económico y político -, que no podía creerse la actitud desplegada por Sánchez durante los dos últimos meses. Aseguraba que no se podía entender que no se hubieran tomado medidas preventivas y que se hubiera permitido la multiplicación de rebrotes por doquier sin que el Gobierno hiciera nada más que endosar la responsabilidad a los ejecutivos regionales. Sánchez estaba de vacaciones y al ser tildado de incompetente por el medio yanqui entendió que debía interrumpirlas y hacer cómo si hiciera algo en Madrid. De nuevo, pura propaganda.
La misma incapacidad disimulada bajo toneladas de publicidad de parte ha demostrado el Gobierno en relación a la crisis económica. En uve íbamos a salir de ella. Disparados como cohetes. Dijo él e hizo decir a sus ministros un montón de veces. Sí, como cohetes en un desastre de proporciones desconocidas vamos entrando y nadie es capaz de saber cuánto tiempo en él estaremos. El colmo de la actitud del Ejecutivo de la incompetencia fue cuando la ministra del paro aseguró que no era verdad que hubiera gente que todavía no hubiera cobrado su ERTE. Bien, pues servidor puede dar fe de que al cuarto mes de haber entrado en posición ERTE hay gente que no ha cobrado ni un céntimo. a ver si la ministra comunista ha estado tanto tiempo sin ingresar nada en su vida. No es sólo propaganda, lo del sanchismo: es pura mentira. Como si a él le fuera a importar, que vive en, por, para y de ella. Y hasta ahora le ha ido muy bien.
Es tan sensacional lo de este hombre que incluso se permite usar la pandemia para engañar a algunos de sus socios de investidura. Nunca se había visto nada igual. Véase, si no, con los independentistas catalanes. Les prometió la famosa “mesa de diálogo” de forma inmediata -¡para julio! -, se los rifa como quiere, los engaña una vez y otra, ellos se discuten y pelean entre sí y a punto de empezar septiembre los socialistas dicen que tal mesa serían “juegos florales” y que la culpa de no haberla creado es… ¡de los secesionistas!.
Y para rematar esta – incompleta, pues se irá enriqueciendo los próximos meses y años – introducción al sanchismo, acabando agosto de nuevo endosa la responsabilidad de luchar contra el descontrol del virus a las autonomías. Que si quieren, él ya les hará un estado de alarma en la región respectiva y que se apañen. Esta actitud ante la situación más grave de salud pública que este país ha padecido desde hace cien años denota la impresionante capacidad de Pedro Sánchez de ser un absoluto incompetente y sin embargo no verse erosionado -al menos hasta ahora – por ello, ni un ápice, gracias al uso masivo directo e indirecto -a través de los medios afines – de la publicidad en la que miente con pasmosa naturalidad.
Es un político brillante, en el sentido que brilla en su cinismo, falta de escrúpulos, principios e ideología muy por encima de cualquier otro. En el futuro habrá tesis doctorales sobre el sanchismo. En su compleja sencillez resulta imposible de explicar siendo del todo evidente. Fascinante, en fin.