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La Manada, la justicia y el espectáculo mediático

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El caso llamado de la “manada” se ha convertido en carnaza mediática, sobre todo en objeto de plató de televisión. De hecho lo ha sido desde que se conocieron los hechos. Podría uno interrogarse sobre si esta permanente focalización no acaba por influir en negativo en el curso de la justicia. Es pertinente la duda porque, recuérdese, en este país ya tenemos experiencia en montar un ambiente de locura mediática comentando, opinando, desmenuzando en platós un caso judicial –el llamado Wanninkhof- de forma tan intensa que todo el mundo tuvo claro quién era la culpable de un terrible asesinato trufado de relaciones lésbicas –ideal para el espectáculo televisivo morboso- y así fue señalada por radios, televisiones, diarios y revistas, así lo recogió la Guardia Civil en sus informes, así lo entendió la fiscalía y así lo sentenció la justicia. A la cárcel. Sólo una casualidad quiso que en otro crimen –creo que al cabo de dos años- las pruebas de ADN forzaran a declarar inocente a la mujer por todos sentenciada como culpable. ¿Alguna petición de perdón? Ni una. Esto es lo que pasa cuando la justicia se convierte en parte del espectáculo mediático. No se debería mezclar la aplicación del derecho -si esos tipos de “la manada” son inocentes o culpables y, si fuera el caso, en qué grado respecto de qué delito-, que compete en exclusiva al ámbito especializado que es la justicia, con las ferias de platós televisivos. En éstos se ofrece morbo a la masa. En aquéllos se requiere de conocimiento, racionalidad y capacitación técnica. Al mezclar ambos ámbitos se incurre en la manipulación y se fuerzan reacciones viscerales –como ha sido el caso- que son muy peligrosas en potencia. Vivimos en un Estado de Derecho en el que las garantías de un acusado son parte substancial del sistema democrático. Dejemos que sean los defensores y fiscales los que recurran la sentencia del tribunal navarro ante el Tribunal Superior de Navarra y, si fuera el caso, luego ante el Tribunal Supremo. Que esto no ha acabado. Azuzar la reacción de la masa en la calle a golpe de twitter puede ser tan rentable para las televisiones como letal para el sistema de libertades. Debería irse con mucho cuidado con esto.

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