La urnas han decidido que de las dos opciones posibles de Govern, que servidor analizaba aquí hace poco, la ganadora sea la de la izquierda, sin ningún lastre derechista como en el pasado padecieron los dos pactos llamados de Progreso, el de 1999 y 2007. Este vuelco electoral -la izquierda cuenta en el Parlamento con 34 sobre 59 diputados, algo increíble a priori, pero bien cierto- implica muchas consideraciones posibles entre las cuales una de las imprescindibles es la apabullante derrota del anticatalanismo. En efecto, si algo ha caracterizado la legislatura presidida por el PP de José Ramón Bauza ha sido la delirante obsesión en contra del mallorquín, del menorquín, ibicenco... Durante los veintidós primeros meses de Govern el presidente dejó hacer al consejero de Educación, Rafael Bosch, el cual, con sibilina experiencia, supo conducir las ansias anticatalanistas de Bauzá sin que el PP y el ejecutivo se elevaran por encima de la realidad sociológica. Sin embargo esta moderación no gustaba en absoluto al presidente, quien cada vez más atendía a la áspera labor de zapa contra la racionalidad del grupúsculo ultraderechista, y por ende anticatalanista, Círculo Balear. Al final, en los primeros días de mayo de 2013, Bauzá sacrificó a Rafael Bosch y puso a los ultras a dirigir, espantapájaros de consejera mediante, la consejería. Fue el momento clave. A partir de ahí el presidente no cesó en su frenesí y alcanzó cotas de marcianismo político difíciles de igualar. Las consecuencisa son más que conocidas. La “marea verde”, huelgas educativas, manifestaciones -incluida la de más asistencia de la historia, unas 100.000 personas, cuando los ultras anticatalanistas jamás han reunido más de un par de miles de acólitos- y malestar general. Contra el cual Bauzá intentó protegerse comprando -para él y no tanto para su partido- una “aspirina” en forma del partido berlusconiano, Ciudadanos, cuya dirección de Barcelona impuso al candidato número 1 por Mallorca -algo insólito, jamás PP ni PSOE se atrevieron a hacerlo, habría que remontarse a los pretéritos tiempos de UCD para encontrar una vergüenza semejante- como aspirante a socio de gobierno para el PP. Tan claro fue a ojos de todo el mundo que no puede descartarse que el éxito del PI se deba en parte a esa chapucera operación. El anticatalanismo vio las puertas abiertas de su particular cielo. La adición entre conservadores y la formación berlusconiana estaba destinada a intensificar la Cruzada Nacional contra el mallorquín, el menorquín.... Pero hete aquí que las urnas hablaron y sentenciaron el anticatalanismo a la silla de pensar. El berlusconismo hispánico se quedó muy por debajo de los porcentajes con que las encuestas le regalaron los oídos y el PP del delirio antimallorquín recibió el peor castigo electoral de su historia. Enfrente, el partido más representativo de la defensa de la cultura balear y de la lengua mallorquina, Més, recogió el voto de la mayoría de la “marea verde” -alguna porción minoritaria pudo ir al PI también- y se convirtió en el gran triunfador de la noche electoral.
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