Sin duda la mala salud de Borbón padre ha influido en la decisión de abandonar sus responsabilidades. Todos los periodistas cortesanos –y adheridos- dicen que se ha recuperado. Ergo: el pobre está fatal. Basta verle intentar caminar –pocas imágenes de éstas aparecen- para darse cuenta. No es baladí al respecto que su madre acabó en una silla de ruedas, lo cual da pábulo a las pertinentes suposiciones del martirio crónico que padece, más allá de reales y supuestos accidentes. Alguien en su cargo debe estar en forma y al no estarlo es normal que antes o después se plantease abdicar. Pero resulta que siempre dijo que jamás lo haría. Así que por esta razón no parece lógico que haya abdicado precisamente ahora y no hace un año o dentro de otro. También es verdad que la situación política no es buena y todo indica que empeorará. Por un lado la casta PPSOE-bancos-grandes empresas-monarquía y demás miembros de la selección extractiva del país está intranquila por el resultado de las elecciones europeas, pues entiende que en las próximas generales tendrá bastante menos representación, con lo cual la gobernabilidad del chollo será más complicada, incluso podría ser prácticamente imposible. Por otro, la cuestión catalana ha evidenciado que en Madrid no se enteraban de nada: no es Mas ni CiU quien mueve los hilos de la independencia, ni siquiera ya ERC, sino una presión social enorme y creciente que no tiene visos de parar. Es normal que ante estos retos políticos de Estado, el jefe del ídem tenga que estar en forma, y al no estarlo Borbón padre puede parecer del todo consecuente que abdique a favor de Borbón hijo, que sí lo está. Sin embargo la situación política tan peliaguda no es peor ahora que hace un año, por mucho que les aterrorice Podemos, ni tampoco nada nuevo hay en Cataluña que no existiera hace año y medio, como poco. Así que por esta razón no parece lógico tampoco que haya abdicado precisamente ahora y no hace un año o dentro de otro. Sin embargo existe otra cuestión que tiene verosimilitud de disponer de la suficiente carga de desgaste como para justificar la renuncia ahora. Es el hecho de que la monarquía ha quedado ensuciada por las salpicaduras del caso Urdangarín-Borbón por el que están imputados la hija menor y el yerno de Borbón padre. Es curioso observar que justamente es a partir del estallido de este escándalo –gracias al diputado del PSOE balear Antonio Diéguez- cuando el 2006 la valoración de la corona empieza a caer y caer, y a cada nuevo episodio vergonzoso conocido gracias a la investigación del juez José Castro va precipitándose el prestigio de la institución año tras año hasta el pozo en el que se encuentra ahora: 3,7 sobre 10 puntos durante los dos últimos años. La última de estas valoraciones fue conocida en abril y tras las fiestas de primavera empezó a descontar el tiempo para que Castro dé a conocer el final de la instrucción. Motivo y razón más que suficiente para llenar de lógica la decisión -influida también por las otras pero ésta me parece la decisiva- de abdicar precisamente ahora, y no hace un año o dentro de otro, con la intención de salvar la corona para Borbón hijo
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