Ha sido el portavoz y consejero de Educación, Rafel Bosch, quien lo ha dejado claro. Que de lo prometido por José Ramón Bauzá contra el catalán poco se va a hacer. De lo estelar, aquello de la libre elección de lengua, casi nada: solamente en el periodo hasta los seis años. O sea, anecdótico. De lo otro, lo de la degradación del catalán de requisito a mérito para acceder a la administración el Govern sigue en sus trece. Aunque la reforma legal se anunció para septiembre, y la esperamos todavía. En el fondo esta reforma realmente no tiene la menor importancia –porque para atender al público el catalán seguirá siendo requisito- pero el retraso enorme que lleva da fe del poco entusiasmo que pone el Govern en estas cosas. En resumen: todo lo anunciado y repetidamente prometido por el PP quedará reducido a unas anécdotas sin importancia alguna. Pero que le habrán servido tácticamente: ahí está para demostrarlo la coincidencia de los anticalanistas del Círculo Balear y los catalanistas en criticar al Govern por su política lingüística. Justamente éste era el objetivo de Bosch y del PP inteligente: ponerse en medio de un extremo y de otro. Y así esperar a que se cumpla el objetivo estratégico: que el PSOE se deslice hacia las posiciones radicales catalanistas. Y así quedará fuera de la normalidad social. Es endiabladamente inteligente y visto cómo evolucionan las cosas parece que la estrategia le está saliendo bien al PP.
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