Todas las encuestas coinciden: a la mayoría de los ciudadanos, unos dos tercios, les parece la mar de bien que se rebaje el sueldo a los funcionarios. Se les tiene una inquina evidente. Es cierto que en la empresa privada a muchos nos han congelado el sueldo desde hace uno o dos años, y a otros se les ha bajado para mantener los puestos de trabajo. Por tanto parece lógico que el funcionario asuma de alguna manera también algún tipo de restricción económica. Lo que no me parece muy lógico es ese sentimiento de odio hacia quien, al fin y al cabo, se ha esforzado, preparándose, ha competido, en oposición, y ha triunfado, obteniendo una plaza que es tan deseada por tantos. Es injusto generalizar esa mala imagen que se tiene del funcionario. Y además de injusto nos pone a todos, como país, ante un espejo que nos devuelve un rostro inquietante. Porque resulta que en este país todo el mundo quiere ser funcionario y sin embargo todo el mundo odia a los funcionarios. ¿Cómo entenderlo? ¿Cómo entendernos?...
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