Estados Unidos ha entrado en la guerra de Israel contra Irán. Donald Trump anunció que las tres principales instalaciones nucleares de la república islámica habían sido arrasadas en una campaña que calificó de «éxito espectacular» y que genera una situación de incertidumbre mundial. El ataque se produjo tras diez días inmersos en una guerra de misiles y bombardeos que ha provocado más de 220 muertos en el lado de Teherán y casi una treintena en el de Tel Aviv. No cabe duda que la entrada de los norteamericanos en el conflicto puede encender la chispa de un gran incendio en Oriente Medio. Teherán deberá decidir ahora cuál es su respuesta, sobre todo después de que Trump haya amenazado con futuros ataques. Se abren varios escenarios. Los analistas apuntan que Irán puede optar por bloquear el estrecho de Ormuz, de gran importancia geoestratégica por ser paso de los barcos cargados de petróleo. No cabe descartar tampoco una ofensiva desesperada de Irán, con un ataque frontal y por tierra a Arabia Saudí, la otra potencia regional en la sombra. En ese caso, la guerra podría extenderse a toda la zona y convertirla en un polvorín.
Teherán, a merced de los cazas.
De lo que no cabe duda es que el Mossad y la Inteligencia israelí han asestado un golpe durísimo a su archienemigo persa, y en solo unos días ha aniquilado sus defensas aéreas, por lo que Teherán, actualmente, está a merced de los cazas de Benjamín Netanyahu, que bombardean a su antojo objetivos militares y también gubernamentales. Nadie había previsto que Irán ofreciera tan poca resistencia.
Misiles sobre Israel.
La única capacidad de respuesta que tiene el régimen de Ali Jamenei es que sus misiles hipersónicos y balísticos alcancen las principales ciudades judías. La respuesta de Rusia y China, dos tradicionales aliados de Teherán, que se han puesto de lado en esta crisis, evidencia que Irán está más sola que nunca.