El brutal crimen de María del Rosario Díaz Jiménez ‘Chari’ a manos de su pareja sentimental, y delante de la hija de ambos de dos años de edad, ha revelado que el sistema de protección de mujeres maltratadas presentaba graves fallos. El asesino, un maltratador llamado George Virgiliu Teianu, llevaba una pulsera para alertar si se acercaba a su víctima, pero el aparato no funcionó porque el receptor estaba en la casa familiar y no lo llevaba la mujer encima. Pero además, ahora ha trascendido que otras víctimas de la violencia machista, de un tiempo a esta parte han detectado que sus sistemas de protección no se activan aunque se crucen casualmente con el maltratador. Es, a todas luces, un asunto gravísimo y de enorme calado, que las autoridades deben solventar sin dilación, porque con un tema tan delicado no se puede permitir ni el más mínimo error. Estas mujeres viven un auténtico infierno, un calvario que les ha arruinado la vida, y no puedan quedar expuestas por errores garrafales de los sistemas de detección.
3.000 mujeres protegidas.
La cifra es escalofriante: más de 3.000 mujeres en Balears reciben protección policial contra sus maltratadores y casi un centenar de ellas debe llevar un receptor (conocido policialmente como Cometa) porque hay un riesgo considerable de que intenten atentar contra sus vidas. Una lacra que cada año va a más.
Demasiados casos.
Lo que es incuestionable es que en los últimos años hemos tenido demasiados errores. El crimen de ‘Sacri’ en Conforama, acosada hasta la muerte por su verdugo; el de Lucía Patrascu, ignorada en un cuartel de la Guardia Civil, o los de la Colònia de Sant Jordi (donde un maltratador seguía viviendo con su mujer y su suegra, a la que mató) o el Coll den Rabassa indican que el sistema presenta graves lagunas. Hay demasiado en juego para permitirlo.