En solo una semana Mallorca ha registrado manifestaciones en Son Gotleu y s'Arenal contra supuestos delincuentes argelinos, lo que ha crispado las relaciones vecinales y amenaza con un auténtico estallido de violencia a las puertas del inicio de la temporada turística. En primer lugar, es necesario hacer un llamamiento a la calma y recordar que nadie se puede tomar la justicia por su mano. La Guardia Civil, la Policía Nacional y las distintas policías locales velan por todos los ciudadanos y hacen cumplir la Ley, por lo que deben ser ellos los que detengan a los malhechores si se confirma que son los autores de los robos y agresiones en los que les implican. En segundo lugar, no se debe criminalizar a todo un país, como ocurrió en Son Gotleu cuando los organizadores de la protesta imprimieron panfletos con la bandera de Argelia. Puede haber, evidentemente, delincuentes de aquel país, pero la mayoría de los inmigrantes son honrados y llegan a la Isla en busca de un futuro mejor, no para delinquir.
Preocupación policial.
Los incidentes en Palma y Llucmajor han provocado la lógica alarma policial. Desde hace muchos años, cuando nigerianos y gitanos se enfrentaron precisamente en las calles de Son Gotleu, no se había detectado tanta tensión racial, lo que sin duda es una muy mala señal. Hay que dejar actuar a la policía y, sobre todo, a los jueces, que son los que deben decidir si se trata de delincuentes o no.
Demasiada delincuencia.
Ahora bien, también es justo reconocer que la ciudadanía está soportando una elevada tasa de delincuencia, lo que crispa a muchos de los afectados. Con todo, en muchos casos el trasfondo real de estos conflictos cabe buscarlo en la lucha de poder por determinados territorios y actividades ilícitas. En definitiva, antes de que la situación se vaya de las manos, debe imperar el sentido común.