El estallido social que se ha registrado en Son Gotleu, con numerosos vecinos enfrentados abiertamente a un grupo muy peligroso de argelinos, que lleva más de un mes cometiendo robos y atracos en la barriada, ha puesto a ese enclave palmesano al borde del abismo. Ya en 2011, en agosto, tuvieron lugar incidentes gravísimos cuando clanes nigerianos y gitanos chocaron en las calles, lo que provocó una crisis sin precedentes que obligó a la Policía Nacional a emplearse con dureza para contener los choques. Ahora, se teme que esta violencia desatada degenere en unos acontecimientos similares. La Jefatura palmesana ha montado un dispositivo especial, con agentes de paisano y otros uniformados, y está realizando un esfuerzo titánico para impedir que los altercados vayan a más. En cualquier caso, la disyuntiva es muy compleja porque la expulsión de los problemáticos argelinos de la barriada implicaría, casi con seguridad, que llevarían a cabo oleadas de delitos en su nueva ubicación.
Sin tratado de extradición.
Uno de los problemas con los que se enfrenta la policía es que los magrebíes detenidos no pueden ser expulsados a su país, porque en la actualidad no hay tratado de extradición con Argelia. Las tensiones nacionales con aquel país, tras el apoyo del presidente Pedro Sánchez a los marroquíes en la cuestión del Sáhara, ha llevado a los agentes a un callejón sin salida: los delincuentes no pueden ser expulsados y salvo encarcelamiento siguen campando a sus anchas. Un auténtico problema.
Un polvorín.
En definitiva, Son Gotleu es un polvorín a punto de estallar y solo la gran labor policial está impidiendo que algunos vecinos se tomen la justicia por su mano. Con todo, la Jefatura necesita medios humanos y este despliegue no se podrá mantener sine die. El avispero de Son Gotleu tiene una compleja solución.