El adelanto de la campaña contra los incendios forestales en Baleares es un claro indicio de la delicada situación que se tendrá que afrontar en los próximos meses, fruto de una combinación derivada de la ausencia de lluvias con las altas temperaturas, la acumulación de restos provocados por la borrasca Juliette y la presión que sobre el territorio provoca la llegada de millones de visitantes durante una temporada turística que se vaticina como excepcional. La alerta, en esta ocasión, no se puede considerar exagerada y el despliegue de medios sobre el terreno es una medida más que acertada, teniendo en cuenta la situación en la que se encuentran los bosques de las Islas.
Una prevención inabarcable.
Disponer de una masa forestal limpia, en especial el sotobosque, es imposible, ya que el porcentaje de suelo de titularidad pública es mínimo para que puedan actuar las brigadas y llevar a cabo este tipo de tareas. En la mayoría de los casos, las intervenciones se limitan a las inmediaciones de las carreteras y caminos, además de las zonas recreativas. Son los puntos que se consideran más peligrosos. Sin embargo, la realidad es que son decenas de miles de hectáreas en las que no es posible actuar y sólo la sensatez puede evitar una gran tragedia. La ausencia de un marco jurídico eficaz perpetúa el abandono impune de terrenos privados que acaban convirtiéndose en auténticas bombas forestales. Es preciso buscar fórmulas de intervención y cooperación eficaces para atajar con garantías esta situación.
Los medios, la clave.
Con todo, es preciso reconocer que Balears, en los últimos años, ha logrado definir un esquema de control y vigilancia eficaz de los incendios forestales. La gran mayoría se extingue en los primeros momentos, cuando todavía es posible actuar con eficacia. La dotación de medios adecuados es indispensable para afrontar con garantías la extinción del fuego forestal.