En poco menos de tres semanas se dará por concluida la temporada turística de 2022, un ejercicio que comenzó con incertidumbres que se fueron despejando a medida que se confirmaba el retroceso de la pandemia de la COVID. La progresiva retirada de las restricciones alentó las ganas de recuperar la normalidad que la pandemia arrebató a la sociedad, dentro y fuera de España. Ambas circunstancias han sido determinantes para que Baleares haya registrado este año una cifra de visitantes similar a la de antes del estallido de la COVID, incluso que los ingresos hayan superado los registros de un ejercicio, el de 2019, considerado excepcional.
Un modelo que funciona.
Los datos que arroja la temporada turística en las Islas confirma su solidez como destino atractivo en los principales países emisores, un activo que no puede ser despreciado o minusvalorado, como da la impresión que pretenden determinadas organizaciones o colectivos. El modelo turístico balear requiere, sin duda, correcciones que no se deben demorar, pero sigue siendo nuestro motor económico más importante; y con mucha diferencia sobre el resto de sectores productivos. Y además, deja en evidencia que es factible el crecimiento y la rentabilidad de nuestras empresas sin incrementar la cifra de turistas; una de las ecuaciones que hace ya décadas que se plantea como una exigencia inaplazable para asegurar nuestro futuro.
Nuevas dinámicas.
Este 2022 ha sido único por múltiples circunstancias, pero en todo caso ha dejado claro que para Balears ha tenido unas características casi únicas. Pronto se irán acelerando los cierres de establecimientos ligados a la temporada turística, un proceso al que ya nos hemos acostumbrado aunque cada vez se amplía la oferta de alojamiento fuera de los meses clásicos. Lo más importante es que empresarios y trabajadores afronten los retos del futuro con la ventaja de la experiencia acumulada.