El conflicto desatado en Ucrania extiende sus consecuencias en Mallorca y, de manera muy especial, en todo el sector primario. La radiografía del impacto que la guerra tiene entre los agricultores y ganaderos –a los que también hay que sumar a los pescadores– es desoladora. Las incertidumbres amenazan una actividad que trata de evitar su desaparición. Los brutales incrementos de los costes básicos, junto con las dificultades para la comercialización de sus productos, suponen un cóctel muy peligroso para un sector económico, el primario, que lucha por evitar el tener que asumir un papel testimonial.
Testimonios desgarradores
Las manifestaciones de los ganaderos y agricultores dan cuenta de la cruda realidad que vive el campo mallorquín. La rentabilidad de las explotaciones, siempre a merced de los avatares meteorológicos, arroja valores negativos cuando se contabilizan los aumentos de precios que están registrando los suministros básicos y que no es fácil repercutir en los consumidores. El escenario es grave y la insularidad no es un factor positivo. La competencia del exterior ya es inasumible en las actuales circunstancias sin que, y eso es lo que quizá resulte más desesperante, sea posible adivinar un cambio de la situación a corto o medio plazo.
Desaparición de explotaciones
Los agricultores y ganaderos admiten sin ambages que son muchas las explotaciones que no podrán aguantar por mucho tiempo esta situación, con unas producciones tan ajustadas no es posible ajustar más los precios; y menos frente a la competencia que ofrece el mismo sector desde la Península. El margen de maniobra de las instituciones autonómicas, incluso estatales, es muy estrecho. Las directivas europeas son el último recurso. La salida más viable e inmediata de este atolladero está en el apoyo de los propios consumidores locales, reconocer el valor y esfuerzo de quienes están más cerca.