Aunque la situación en España es mucho más favorable que en otros países europeos en lo que a la incidencia de los contagios se refiere, los datos de los últimos días dan cuenta de un severo repunte en el que Baleares no es, por desgracia, una excepción. El aumento de casos en esta sexta ola lleva aparejado un incremento de la presión hospitalaria, tanto en el número de ingresos en las UCI como en planta. Además se incide en la red de la asistencia primaria, quizás la más castigada en este nuevo episodio de la pandemia. De todos modos es preciso advertir que, en este momento, el avance del virus no está generando colapso asistencial gracias, en buena medida, al efecto atenuador de la vacunación masiva de la población.
Extremar las precauciones.
Resulta ocioso advertir sobre los efectos negativos que puede tener esta nueva ola de la COVID-19 si no se logra contener; en especial, en el ámbito de la economía, en tanto en cuanto las consecuencias sobre la salud no son tan graves como en los primeros episodios. La cuestión vuelve a poner de manifiesto la enorme importancia de las campañas de vacunación. Balears ya aplica medidas de control para evitar concentraciones destacadas de personas sin la vacunación –en grandes restaurantes, por ejemplo–, indicaciones que se ampliarán en los próximos días a los bares y las cafeterías si lo avala el TSJIB.
Prevención sin alarmismos.
La estrategia del Govern para frenar el virus ha dado resultados muy positivos, pero sigue siendo necesaria la colaboración activa de la sociedad ampliando los porcentajes de vacunación y, por supuesto, cumpliendo con las recomendaciones básicas de prevención de los contagios. Que el escenario actual sea mucho más favorable que hace sólo unos meses no justifica el exceso de confianza o la dejadez. El virus sigue acosando, circulando y contagiando con alta transmisión y no hay que bajar la guardia.