Las victorias de Lluís Apesteguia y Jaume Alzamora en las primarias de Més per Mallorca para decidir los candidatos al Govern y al Consell trascienden más allá del funcionamiento interno de la coalición ecosoberanista. El triunfo frente a las favoritas a priori, Maria Ramon y Bel Busquets, condiciona el devenir del último tercio de una legislatura en la que los socios de Francina Armengol han exhibido un perfil excesivamente bajo en el seno del pacto de gobierno. Es un rol con el que, sobre todo Apesteguia, se ha mostrado muy crítico durante las jornadas previas a la votación que el domingo le entronizó como adversario de Armengol en las elecciones de 2023.
Castigo de las bases a la dirección.
Es imposible sustraerse a la evidencia de que la derrota de Ramon frente a Apesteguia es la caída del aparato, en la nomenclatura de Més, frente a las bases del partido, alejadas de la clase dirigente. El triunfo de los outsiders sobre los candidatos oficialistas es el castigo de la militancia a una dirección a la cual hacen responsable de los mediocres resultados electorales de 2019 y, sobre todo, de los términos en que suscribió la posterior alianza con el PSOE. El acuerdo es visto por una facción de las bases como humillante y que ha sumido a la cúpula en una apatía reflejada en ese papel secundario interpretado en las instituciones.
El Consolat y otra crisis interna.
El ascenso de los críticos al timón de Més no es una buena noticia para Armengol y aún menos si pone la guinda a una semana en que sus socios se la jugaron en el Senado, recabando apoyos para votar a favor de la propuesta del PP sobre el nuevo Régimen Fiscal para Balears, a la que el PSOE se opuso. Paralelamente, la formación ecosoberanista ha entrado en ebullición. Apenas 24 horas después del triunfo de Apesteguia, Antoni Noguera, coordinador de Més, ha anunciado que no optará a la reelección el próximo noviembre. No era de los suyos. La crisis está abierta.