Pablo Casado se marchó el domingo de la plaza de Colón con dos certezas: la enorme popularidad de la que goza Isabel Díaz Ayuso en las calles de Madrid y el aprieto en el que la presidenta de la Comunidad madrileña sometió al PP al mezclar al Rey en la campaña contra el indulto a los políticos catalanes. Cuando Díaz Ayuso involucró a Felipe VI en el debate preguntándose en público «qué va hacer el rey de España a partir de ahora». «¿Va firmar los indultos? ¿Le van a hacer cómplice de esto?», la única presidenta autonómica del PP que había acudido a la manifestación no pretendía meter presión al Monarca, pero a ojos de la mayoría y, sobre todo, a los de los independentistas, lo parecía.
Objetivo contrario.
El patinazo de Díaz Ayuso mentando al Rey podía provocar el objetivo contrario de lo que sus palabras pretendían expresar. No es de extrañar que el primero en reaccionar fuera el líder del PP, Pablo Casado, que enmendó la reflexión de la presidenta madrileña al recordarle que sólo Pedro Sánchez y su Gobierno son responsables de los indultos. En términos similares se manifestaron los portavoces de Vox y Ciudadanos, que participaron en la manifestación convocada por la plataforma cívica que encabezan Rosa Díez, María San Gil y Fernando Savater.
Acatar la Constitución.
Lo cierto es que Felipe VI solo puede hacer una cosa: sancionar las decisiones del Gobierno. Por eso son tan contraproducentes las palabras de Díaz Ayuso al involucrarle en cuestiones políticas que no le corresponden. Además, gobiernos anteriores concedieron indultos no menos estridentes. Son los casos del general Armada, cerebro del golpe de Estado del 23-F; y del exministro del Interior José Barrionuevo y de su secretario de Estado Rafael Vera, responsables de los GAL. Diga lo que diga o se entienda lo que se le entienda a Díaz Ayuso, existen precedentes y no hay alternativa. Cualquier acto contrario del Rey sólo haría agravar la situación.