La llegada a Mallorca de más de medio centenar de personas implicadas en un tiroteo mortal en Ciudad Real, provocado por el enfrentamiento de clanes gitanos rivales, ha activado todas las alarmas policiales al mismo tiempo que ha provocado inquietud e indignación social. Una evidente descoordinación entre los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad es la única explicación para que estos individuos, considerados muy peligrosos, hayan podido desembarcar en la Isla procedentes de la Península, y más teniendo en cuenta los controles sanitarios añadidos que se exigen ahora en cualquier desplazamiento por la COVID-19. Sólo queda confiar en que la policía evite que el grupo amplíe su radio de acción delictiva en la Isla.
Indignación ciudadana.
Las redes sociales se hacían este sábado eco de la indignación ciudadana que está causando este episodio. De hecho, a las pocas horas de su entrada en Mallorca, ya se habían detectado las primeras okupaciones de inmuebles. El dato confirma las intenciones de este nutrido grupo, su conocimiento de la Isla y el alto grado de organización y proceder violento. La Guardia Civil y la Policía Nacional deben neutralizar cualquier acción delictiva para que la sociedad mallorquina deje de contener el aliento.
Revisar los protocolos.
Es difícil de explicar cómo tantas personas con estos antecedentes han podido llegar a la Isla sin un control policial; especialmente, porque embarcarse en la Península hacia Mallorca obliga a identificarse en el momento de adquirir los billetes, para pasar los filtros de seguridad y para acreditar que no se es portador del coronavirus. Hay todo un protocolo que debió advertir sobre la identidad de los personajes y su vinculación con unos hechos gravísimos acaecidos en Ciudad Real. Lo ocurrido confirma que Baleares no es una burbuja infranqueable como en ocasiones se quiere dar a entender.