Los casi cinco mil aficionados que podrán volver a ocupar las gradas del estadio de Son Moix el próximo domingo para asistir al encuentro entre el Real Mallorca y el Alcorcón serán un importante hito en el avance hacia la recuperación de una vida social normalizada. Será una prueba de que, con dificultades, la batalla contra el coronavirus se está ganando gracias a la vacunación masiva. Baleares, este jueves, registró el índice más bajo de contagios desde julio del año pasado. Sin embargo, no es el momento de dar rienda suelta a la euforia. La COVID-19 no está erradicada y todavía hay grupos destacados de población que no están vacunados y son susceptibles de infectarse.
Responsabilidad colectiva.
Baleares es una de las regiones españolas con las restricciones más severas; por tanto, la entrada de espectadores a Son Moix supone asumir un riesgo importante en el que el comportamiento de los asistentes será determinante. Mantener la distancia social y evitar las aglomeraciones son la clave para frenar la amenaza de un virus que no respeta las celebraciones. Estamos, pues, ante una prueba de fuego de la responsabilidad individual de los ciudadanos. Esta es la clave. El avance en el horario del encuentro –para garantizar el cumplimiento del toque de queda– confirma el rigor que las autoridades sanitarias quieren mantener hasta el último momento.
Mucho en juego.
El alivio de las restricciones que se introducen en cuentagotas sigue alimentando el desconcierto ciudadano, pero a la vista de los resultados hay que admitir que es imprescindible rebajar al máximo la incidencia de la pandemia si se quiere abrir con garantías los establecimientos turísticos y comerciales de cara a la temporada turística. Por tanto, Son Moix será este domingo un emblema en el trayecto hacia la recuperación de la normalidad y también de la sensatez ciudadana.