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Editorial

El registro de las dos casas de Matas

| Palma |

Es una obviedad que la Justicia debe esclarecer cualquier asunto relacionado con presuntas corrupciones o enriquecimientos ilícitos de quienes ocupan o han ocupado cargos públicos. Y ahí debe enmarcarse la investigación sobre el patrimonio de Jaume Matas, indagaciones que deben continuarse hasta esclarecer cuanto sea preciso.

Tras los dos registros efectuados ayer, en sus domicilios de Palma y Madrid, el ex president, a través de su abogado, Rafael Perera, ha manifestado que siente «quebrantada su intimidad y, sobre todo, la de sus hijos, que son ajenos a las cuestiones investigadas».

Pueda probar o no la supuesta implicación del ex presidente en algún delito, es indudable que este registro domiciliario por agentes de la Guardia Civil, en presencia del juez, del fiscal y del propio abogado de Matas, ha sorprendido y generado una cierta inquietud en parte de la sociedad mallorquina, especialmente en sectores próximos al Partido Popular y al centro derecha.

Es evidente que para nadie es agradable ver invadida tu casa por un veintena de agentes policiales, acompañados de peritos, escudriñando cada rincón, en busca de pruebas incriminatorias, y anotando todos los objetos hallados, sean obras de arte o prendas personales.

Es sin duda un procedimiento legal a todas luces y, tal vez, no quedara otra vía en un caso como éste. Incluso Rafael Perera ha declarado que era «normal», pero ello no quita que haya provocado polémica y muchos comentarios en numerosos ámbitos ciudadanos, en un sentido u otro.

Por otro lado, Matas sigue diciendo que no se le ha permitido prestar declaración ante el juez, lo que, según él, hubiera simplificado o evitado estas diligencias judiciales. Pero olvida que la ley le pemite solicitar declarar cuanto antes, cosa que de momento no ha hecho. Es imposible saber cómo acabará todo, pero lo sucedido el viernes es, al menos, una consecuencia más de los errores políticos cometidos por Matas en su última etapa como presidente. Entre ellos, la adquisción de la señorial casa de Sant Feliu a pocos meses de las elecciones.

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