Si grabó en doble pletina; si memorizó los ríos mordisqueando una goma Milán; si su bolígrafo escribía en cuatro colores; si bajaba al parque a contemplar La estatua del jardín botánico; si solía pagar El precio justo; si al subir a una bicicleta soñaba ser un Goonie; y si entonaba una Canción triste de Hill Street mientras contemplaba la Luz de Luna, entonces, querido lector, usted vivió los ‘80. Enhorabuena. Probablemente pertenezca a la Generación X, nombre tomado de una novela de Douglas Coupland que refleja cómo vivía y pensaba la juventud occidental, adicta al consumismo, que no había sufrido una guerra. Ellos, precisamente, son la primera generación de nostálgicos despreocupados. Nostalgia constructiva, entiéndase. Gonzalo Pastor es un enamorado de los ‘80. Su contribución al recuerdo de una década que le marcó a fuego es, como poco, genuina y original: ha creado un videojuego a imagen y semejanza de los arcades de la época. ¿Su nombre? Fair Deal.
Aunque los primeros arcades aparecieron en los ‘70 –cuando las máquinas eran electromecánicas–, tuvieron su auge en los 80, gracias a la irrupción del Space Invaders, para luego marchitarse progresivamente durante los 90. Un periodo suficiente para cubrir la adolescencia de varias generaciones. Al tiempo que las máquinas desaparecían, la millonaria industria del videojuego se adentraba en su ‘siglo de oro' particular. Nuevas y modernas técnicas reemplazaban los ya obsoletos lenguajes de programación. «Fue una época en la que se disparó mucho el tema tecnológico, de trabajar con pantallas monocromo se pasó a generar gráficos en 3D». De hecho, hoy, un videojuego con un aparato gráfico con las prestaciones de Fair Deal es poco menos que una rareza botánica. Pero ahí está la gracia, en hacerlo «del mismo modo que se hubiera hecho en los ochenta», subraya Gonzalo.
A nuestro protagonista, que se gana la vida reparando ordenadores, siempre le ha gustado programar, «y como me di cuenta de que ahora ya no hay videojuegos con la estética de los ochenta me planteé hacer un arcade como los de las máquina de monedas, pero para ordenador». Dicho y hecho. Reclutó a un grupo de alumnos de EDIB «para que hicieran sus prácticas diseñando conmigo el juego», y el resultado es Fair Deal, un juego «ambientado en Las Vegas de 1986». Se documentaron para hacer una fiel recreación de los edificios, pero no solo la ambientación es retro, la música también. «Contacté con artistas de synthwave que hacen canciones con un sonido que evoca al de los ochenta, y compré los royalties para poder utilizar su música». De hecho, la melodía de apertura de su juego recuerda a la de la presentación del film Arma letal. No es la única referencia al célebre taquillazo de Richard Donner, ya que el protagonista es una mezcla de Mel Gibson y Chuck Norris, otro tótem de los blockbusters de la época.