A veces ibas de viaje por algo concreto, y regresabas con cinco o seis temas...

Pep Matas escribió el pasado domingo sobre el viaje que hicimos juntos, a Marruecos, en principio para entrevistar a Nawal El Moutawaquel

A veces ibas de viaje por algo concreto, y regresabas con cinco o seis temas...

Pep es un periodista que se mete de lleno en el reportaje que va a hacer. Vean, si no, esta foto, tomada en el hotel de Tánger donde nos hospedamos: Pep vestido con una especia de chilaba, leyendo, antes de dormir

| Palma |

En su sección dominical, Pep Matas escribió el pasado domingo sobre el viaje que hicimos juntos, a Marruecos, en principio para entrevistar a Nawal El Moutawaquel, la primera mujer africana que logró el Oro en Atletismo, en la Olimpiada de Los Ángeles 1986, a la que había invitado el Club Ultima Hora para que diera una conferencia.

«Y una vez que estemos allí nos bajamos al moro, que es a dónde mucha gente acude a comprar hachís», le dije, a lo que Pep contestó que sí, que se venía conmigo encantado y… Pues que para Tánger que nos fuimos.

Pep Matas, de espaldas, recorriendo y revisando un extenso campo de hachís, en pleno Quetama, donde la gente se ‘bajaba al moro’.

Viajando con colegas

Era la primera vez que hacía un viaje de trabajo con Pep Matas. En otras ocasiones había viajado con otros compañeros, como Pep Roig, Carlos Agustín, Fabio y Joan Torres. Con ellos hice dos viajes, uno recorriendo Europa en coche para preguntar a los europeos su opinión respecto a la Mallorca turística, y luego, otro, también en coche, por la antigua Europa del Este, desde Praga a Albania, pasando por Bratislava, Budapest, Sofía y no recuerdo si también por Varsovia -este fue con Pep Roig y Fabio- a fin de conocer de qué modo sus habitantes estaban llevando a cabo la transición del más absoluto comunismo a la democracia. También, con Joan Torres y Pep Roig, en coche, visitamos puntos de Francia en los que se establecieron inmigrantes mallorquines, entrevistando a sus descendientes, nietos y biznietos.

Y más o menos por aquellas fechas, principios de los 90, con Torres, recorrimos medio mundo, a nuestra bola, buscando ciudades que se llamaran Palma o Palma de… , haciendo reportajes de cada una de las Palma por las que pasamos. Estos reportajes los recopilamos en dos libros, Palma ciudades y pueblos en el mundo, contando como era cada una de las Palma visitadas, y De Palma a Palma, en el que recopilamos todo cuando nos pasó en esos viajes, entre otras cosas ingresar en los calabozos del aeropuerto de Lourenço Márquez (Mozambique), del que nos sacó una camiseta de la discoteca BCM.

Precedente carcelario

Allí, entre rejas estuvimos cerca de siete horas, perdiendo todos los enlaces que teníamos para llegar a la Palma mozambicana, teniendo, por ello, que buscarnos la vida, lo cual no fue fácil, pues el país estaba inmerso en una guerra civil, por lo que viajar desde la capital a la Palma, frontera con Tanzania, era imposible, pues podíamos ser asaltados por los militares o por los rebeldes.

Recuerdo también que durante nuestro tiempo entre rejas, todo porque no quise dar mi cámara de fotos al policía del aeropuerto, Joan estuvo leyendo El día después de la guerra, mientras que yo me entretenía contando los pasos, de arriba abajo, y de izquierda a derecha, que tenía aquella especie de calabozo.

También recuerdo cómo terminó nuestra escapada desde Palma Soriano, Cuba, a Guantánamo, sin permiso, por lo cual fuimos detenidos a nada que pisamos esta ciudad, regresando escoltados a Palma Soriano. O cómo fue el viaje entre La Habana y Palma Soriano formando parte de un séquito que iba a enterrar a la abuela en Santiago de Cuba, un viaje lo más parecido al argumento de una película. También viajé con Sapri a la antigua Yugoslavia, a punto de estallar la guerra, y ya metido en ella, con Julián Aguirre, en dos ocasiones, ambas visitando Mostar.

Pero con Pep Matas era la primera vez que me iba de viaje, con el objetivo apuntado anteriormente, aderezado con una bajada al moro. Allí, Pepe, ante el vendedor de hachís se hizo pasar por un profesor de la Universidad de Los Ángeles, siendo yo su ayudante -le dijo-, además de fotógrafo. Hacer una foto a la fachada de la cárcel de Tánger supuso nuestra detención e ingreso en dicha prisión, acusándonos, una vez dentro, de que estábamos preparando una fuga de presos desde el exterior. Pero lo que más nos preocupó fue escuchar, al entrar en aquel recinto carcelario, lo que los presos nos gritaban, «¡Carne fresca, carne fresca…!», ya que automáticamente nos vino a la mente la película Expreso de medianoche, de Alan Parker.

Cadáveres confundidos

Pepe, que en su artículo del pasado domingo se quedó en ese episodio, continuará relatando otras historias que vivimos en los días que nos quedaban de viaje, que no cuento, pero que… ¡Vaya movidas que tuvimos! Y algunas sin comerlas ni beberlas. Afortunadamente, de todas salimos airosos… O por los pelos.

También me gustó viajar con Pep porque vi que se metía en la historia desde el primer segundo. Incluso dormía con una especie de chilaba con capucha…

¡Qué tiempos! Éramos periodistas de provincias que viajábamos por todo el mundo, sobre todo si había mallorquines o sucesos relacionados con estos, como ocurrió también en este viaje a Marruecos, donde vivimos una historia de una confusión de cadáveres que tenía que ver con Mallorca, Marruecos y Suecia, y que Pep, supongo, contará el próximo domingo.

Por lo demás, solo me queda decir que aquel viaje dio para mucho, que lo más importante fue, como ocurre siempre, lo imprevisto, lo que se producía de repente, a veces bueno, a veces no tan bueno, pero que no había más remedio que afrontarlo.

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