Joan Ramon Laporte (Barcelona, 1948) ha sido durante décadas el azote de la industria farmacéutica de nuestro país. Catedrático emérito de Farmacología, fue jefe del servicio de farmacología del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona entre 1984 y 2014. En esta entrevista explica de manera llana su versión acerca del funcionamiento de un mundo tan presente en nuestras vidas como desconocido para muchos. Este jueves da la conferencia ‘Crónica de una sociedad intoxicada’ en el centro Espai Buit de Palma.
¿Cómo explicaría de forma simple la manera en la que funciona la industria farmacéutica?
— La industria farmacéutica es una entidad formada por muchas compañías privadas y los medicamentos, por otro lado, son una especie de materia prima que usa el sistema sanitario cuando lo necesita para ayudar a la gente y evitar enfermedades. Como empresas privadas quieren vender cada vez más y más caro pero en contraposición está el derecho a la atención sanitaria. El mercado causa un crecimiento del consumo y más tarde consecuencias negativas al promover el consumo de medicamentos en situaciones que van más allá de lo que está oficialmente probado y científicamente demostrado.
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— Calculo que más de la mitad de los fármacos que recetan los médicos son innecesarios o inadecuados. Como los medicamentos pueden tener efectos adversos estamos padeciendo hoy en día una epidemia de efectos adversos de los fármacos que en gran parte están provocados por su prescripción innecesaria. Si se prescribieran de manera más prudente tendríamos muchos menos efectos adversos.
En una aparición en televisión hace unos años usted afirmó que hay enfermedades muy conocidas inventadas por el sector farmacéutico.
— Sí, por ejemplo la menopausia es una enfermedad provocada por arte de magia gracias a los departamentos de márketing de las compañías farmacéuticas. Otra es el sobrepeso. Tener unos kilos de más se considera una enfermedad cuando no hay ninguna prueba de que lo sea. El INE califica de sobrepeso tener unos kilos de más. Pero por ejemplo, los que tienen un IMC (índice de masa corporal) de 30 o 35, que tendrían sobrepeso, tienen una esperanza de vida mayor que los que 20 o 25 que es lo que hoy en día suele considerarse oficialmente una complexión normal entre comillas.
¿Se ha pasado de crear medicamentos para enfermedades a crear enfermedades para medicamentos?
— Sí. Los fármacos son moléculas y ha sucedido que fabricantes las han descubierto y habrán dicho ¿qué hacemos ahora con esto? y con la intención de venderlo más y mejor se ha exagerado la importancia del problema que crea la enfermedad. Una gran parte lo que se hace es medicalizar el malestar. En personas que tienen ansiedad en vez de considerarlo una reacción normal frente a una situación difícil se le llama una enfermedad. Las personas que les pasa por cualquier cosa sí que sufren una patología pero las demás no, es una cosa normal.
En cuanto a drogas se refiere, ¿está de acuerdo con la frase de Antonio Escohotado ‘la dosis hace el veneno?
— Sí, sin duda, pero hay cosas que es mejor evitarlas.
«Calculo que más de la mitad de fármacos que son recetados por parte de los médicos son innecesarios»
¿Los fármacos son drogas?
— (Silencio) La definición que dan los diccionarios de este concepto es diferente dependiendo del diccionario que consultes. Consideramos que una droga es un producto capaz de alterar la percepción sobre lo que nos rodea y nuestro comportamiento. Una droga puede alterar cualquiera de estas tres esferas o las tres. Además, la mayoría de las drogas y fármacos pueden causar dependencia y tolerancia. No todos los fármacos son drogas pero todas las drogas son fármacos.
¿El factor cultural es importante en nuestra relación con los medicamentos?
— Claro, es evidente. Desde los anuncios que ponen en televisión, los valores que asume la sociedad o lo que nos vende el mercado, su regulación, las leyes... Todo esto influye. Cuando hablo sobre este tema suelo decir que el consumo de medicamentos expresa las esperanzas e ilusiones de una sociedad hacia la salud. Vivimos en una sociedad hipocondríaca y demasiado preocupada por la salud. Un ciudadano va de media unas cinco o seis veces al médico cada año. Lo encuentro alucinante. Tengo 76 años y no voy al médico.
¿Cuándo fue la última vez que fue?
— Hace años.