Al borde de los 600 años de historia y reconocidas entre las más antiguas del mundo, las universidades francófona y neerlandófona de Lovaina se preparan para recibir al papa Francisco, una visita de gran valor simbólico para dos instituciones que se han despojado del apellido «católico», pero que no han perdido su tradición cristiana.
El viaje del pontífice a Bélgica, el primero desde la visita de Juan Pablo II en 1985, se desarrollará entre el 26 y el 29 de septiembre, tras un viaje de 12 días por Asia. Pese a su cargada agenda, el religioso dará especial importancia a las universidades fundadas en 1425 y en las que se han formado eruditos como el cartógrafo Gerard Mercator o el sacerdote y astrofísico que alumbró la teoría del Big Bang Georges Lemaître, además de los premios Nobel de Medicina Christian de Dauve y Albert Claude en 1974, y otros dos de la Paz, Auguste Beernaert (1909) y Dominique Pire (1958).
Francisco participará el día 27 en un coloquio sobre refugiados en la universidad neerlandófona de Lovaina y 28 el dialogará con los estudiantes de la institución francófona desde el Aula Magna, en un encuentro que podrá seguirse desde el exterior a través de pantallas gigantes. Lo hará en dos centros que se escindieron lingüísticamente en 1970 y que ya no llevan el catolicismo por bandera pues, tras años de debate, la rama francófona Universidad Católica de Lovaina pasó en 2023 a llamarse UCLouvain, manteniendo sólo la «C» como vínculo con su pasado religioso y siguiendo los pasos de su «gemela» flamenca, que años antes había sido rebautizada como KU Leuven.
La tradición cristiana, sin embargo, sigue presente en una universidad donde el curso académico se inicia con una misa de asistencia voluntaria y donde el arzobispo de Bélgica ocupa aún un cargo simbólico y participa en algunas celebraciones. La visita de Francisco renovará de alguna forma esos lazos con la historia, pero no tendrá un mayor impacto en la vida académica de las instituciones, según explica a EFE el profesor de Filosofía Philippe Van Parjis, un pensador progresista conocido por sus tesis sobre la renta básica universal que tiene 73 años y no practica el catolicismo desde los 17, pero que cree que la llegada del papa es una buena noticia.
«Es una forma de reafirmar las raíces cristianas de las universidades, y creo que es perfectamente correcto», dice el intelectual, que en su carrera docente ha ido viendo cómo los centros iban alejándose de la gestión religiosa, por ejemplo, nombrando a un primer rector laico en 1986, más de medio millar de años después de su fundación. No obstante, todas las universidades medievales de Europa eran por defecto católicas en origen y el elemento religioso de la institución de Lovaina, tras una sinuosa historia, se remonta en realidad a 1834, poco después de la fundación del Estado belga. Los símbolos cristianos en la universidad, incluso hoy y desde el punto de vista de un no practicante, tienen connotaciones positivas, dice Van Parjis.
«En las aulas hay un hombre judío, apenas vestido, que está terminando su vida en una cruz, en lugar de tener una bonita imagen de un donante rico como las que se ven en la sociedad y universidades estadounidenses, donde aparece un hombre de negocios rico, luciendo triunfante», razona el filósofo. «Es una invitación constante para nuestros estudiantes a decirles que lo más importante en la vida no es hacer una gran carrera, ganar mucho dinero y luego, algún día, ser expuesto con orgullo en algún lugar», añade Van Parjis.
El pensador, que hace décadas tuvo algún problema académico por explayarse en las aulas sobre el marxismo, no esconde simpatías hacia Francisco, un papa con preocupaciones socioeconómicas, éticas y medioambientales que comparte el filósofo. «Me alegra que venga, sinceramente. Para Bélgica y para nuestras universidades. No creo que nuestras universidades deban sentirse avergonzadas de que se las asocie con la Iglesia católica, pero sí deberían oponerse con firmeza a cualquier despotismo de alguna parte de la Iglesia», dice.
En su breve estancia en Bélgica, el papa se reunirá también con los reyes, el primer ministro, la sociedad civil, los religiosos del país y ofrecerá una misa multitudinaria. No tiene previsto, sin embargo, visitar la biblioteca de KU Leuven, una joya del conocimiento que fue saqueada durante la Revolución francesa e incendiada y destruida en las dos Guerras Mundiales, para ser reconstruida después ladrillo a ladrillo y convertirse en símbolo de la resistencia de la centenaria universidad.